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«Versos del alma» en la colegiata de Teverga

23 de Abril del 2013 - Celso Peyroux

Llovía aquella tarde que si Dios tenía miles de odres abiertos en el cielo. Alguien dijo que el Gran Hacedor y sus Santos y Santas estaban llorando por los pecados del mundo y sus lágrimas se habían convertido en lluvia. Sin embargo había alegría en las gentes y un gran recogimiento en el aire doloroso del Viernes Santo. De varios lugares de Asturias había llegado la «Caravana del Verso» y sus componentes: rapsodas, músicos, cantores y técnicos en luces y sonidos se disponían con sus «Versos del alma» a dejar los latidos de la poesía y las notas musicales entre los hombres y mujeres de buena voluntad.

Fui invitado a aquella asamblea cultural para leer un preámbulo y presentar a los artistas del verso, la flauta de sus voces, guitarras y pianos en el marco incomparable de nuestra colegiata entre sus piedras seculares, sus luces y sombras. Éstas fueron mis palabras que comenzaron con un poema:

«Tú eres mujer un fanal / transparente de hermosura, / ay de ti si por tu mal / rompe el hombre en su locura / tu misterioso cristal».

Los versos que acabo de recitar pertenecen a José de Espronceda y hablan de la mujer. Del misterio de la mujer, de su belleza y de esa luz que nos va abriendo el camino de la vida como un faro encendido. Pero tal vez Espronceda nos hable, en sus versos, de lo que es la poesía a través del cuerpo y alma de una mujer. Sin ellas –poesía y mujer–, sin las dos, la vida se haría imposible.

La poesía se hace más necesaria que nunca –como las estrellas lo son a la noche– con su palabra justa y precisa, indisciplinada y rebelde, bella y profunda, frente a la pérdida de los valores más esenciales del ser humano. Sin poesía, la sociedad no podrá ser comunidad; no tendrá palabras y caminará hacia el silencio.

Se hace necesario hacer de la vida un poema. Como los poemas que hoy nos van a recitar los componentes de «La Caravana del Verso». Unas veces –la mayor parte del tiempo en que permanecemos en el país de la vida– será un poema dramático, pero también podrá ser, de cuando en cuando, un madrigal, un bálsamo, una balada y una canción de cuna. Versos del alma capaces de llevarnos con su voz a la dimensión sagrada que nos conduce hasta el mundo de lo espiritual y del arcano. Accedamos a la lectura de los versos de los grandes poetas que en el mundo han sido y que nos han plasmado los pilares sobre los que se asienta la existencia: el amor, el dolor, la muerte, el misterio... Dejémonos acariciar por el bálsamo de su música, de su luz y el poder de su palabra para encontrar la libertad sin precisar delimitaciones ni poner puertas al campo.

Nadie sabe lo que es la poesía ni tan siquiera intentar definirla. Sería como percibir el sabor del agua en un arroyo, oler el aliento del viento, plasmar sobre un papiro el color de los ojos de Afrodita de Milos, el de los cabellos de Nefertiti, saber si la sal de la estatua de la mujer de Lot era gema o marina o poder distinguir el sexo de los ángeles. Sería como verter en un hoyo las olas de la mar, con la ayuda de un ánfora, adivinar qué hay más allá del séptimo cielo o conocer el nombre de todas las estrellas.

Así de difícil y misteriosa sería la labor de definir la poesía, porque es tan sublime que está por encima de cualquier género literario. Seguro que esta tarde los rapsodas de la «Caravana del Verso» nos abrirán muchas puertas para sentir de cerca las caricias de sus palabras.

Poesía sería el punto de apoyo sobre el que el sabio de Siracusa hubiera podido mover el mundo para poner en su esfera cosmogónica paz y justicia. Si alguien de algún día, de algún año, acertase a definir la poesía: el secreto de su alquimia, el duende de su erotismo, la magia de la palabra, la contundencia de su mensaje –impregnado de indisciplina y rebelión, capaz de hacer cenizas las murallas de Jericó–, ese día un centauro le habría arrebatado la pureza de sus labios, el candor de la inocencia, la rebeldía del alma, las alas de su libertad, su arcano y su belleza.

La poesía es la bella, llegada de un lugar etéreo donde anida la tercera verdad, que sólo concede a los dioses el privilegio de darles el primer verso, para que luego el poeta termine la labor. Todos y todas intentan hacerle la corte: éstos para seducirla y conocer su íntimo secreto, aquéllos con fines aviesos y malévolos para alcanzar el poder. Pero, queda claro, que Ella sólo habita entre los elegidos.

Dentro de cada uno de nosotros hay algo oculto, misterioso, intangible, intocable y sagrado que no sabemos lo que es. Eso, precisamente, es lo que somos. Eso es, sin ir más lejos, el poema de la vida. Lo trascendental del ser humano.

Hay, en fin, una flor silvestre que habita en los jardines de siempre y un día, en un lugar invisible y etéreo donde habitan los estambres del verbo, los pistilos del arcano y del sortilegio, los pétalos del color y del perfume y la música del viento. Tal vez la poesía sea la llave de la puerta de ese espacio sacro.

Ese lugar al que esta tarde nos llevará la «Caravana del Verso» declamando y cantando los «Versos del alma» de los grandes poetas y cantautores que en el mundo han sido.

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