Jubilación

21 de Abril del 2013 - José Antonio Coppen Fernández

Craso error asociar una situación pasiva, o de inactividad laboral, con el término holgar, o estar desocupados u ociosos, puesto que dicha circunstancia nada tiene que ver con el ocio. Tampoco conviene confundir el descanso y sosiego alcanzado al liberarse de la disciplina y responsabilidades propias de la vida activa, con el tedio y aburrimiento sobrevenido por la súbita inacción. Al contrario, la nueva situación es la más propicia para seguir creciendo en el desarrollo personal. Aconsejable es entregarnos de manera voluntaria en actividades para descansar del trabajo, pero que tengan un sentido y una identidad. Es decir, procurando ser útil, pero no dejarse utilizar: ser almohada, en todo caso, pero no perchero, para que los descastados no se aprovechen de uno.

Cuántas veces habremos oído decir: «Cuando me jubile, tiraré el despertador por la ventana». Otro error, pues liberados de la rigidez laboral, no se debe olvidar armonizar los tiempos de los ritmos vitales. Cuando un motor durante un largo viaje lleva horas revolucionado, no es aconsejable desconectarlo de golpe. Del mismo modo, cuando una relación –afectiva o laboral– se acaba es muy recomendable cambiar el chip, no estar permanentemente recreándose en el pasado. No nos cansaremos de recordar al griego clásico: «La nostalgia significa ‘‘regreso y dolor’’, describe a menudo un anhelo de pasado idealizado y poco realista». Y es que podemos llegar a olvidarnos que existe un presente y un futuro. Para seguir avanzando y disfrutando de la vida, no conviene descuidar la capacidad de ilusionarse y mantener la curiosidad informativa, no la del cotilleo. Ésta es la mejor fórmula para no salir al encuentro de la vejez que, con un poco de suerte, llegará sola.

Discrepamos absolutamente de quienes afirman que la experiencia se adquiere cuando ya no la necesitas. Otro error, porque el gozo de la madurez que se nutre de las experiencias acumuladas a lo largo de las estaciones previas, no sólo se debe disfrutar, sino que se ha de transmitir a los demás, especialmente a los jóvenes. No es el caso de aquellos individuos que parece nacen jubilados, por imperativos de sus genes o su abandono a la inacción, falta de iniciativa o inquietudes para forjar una vida con sentido.

La jubilación, en definitiva, se trata de un cambio sustancial en el discurrir de nuestras vidas, que hay que preverla con tiempo para evitar se cree un vacío en nuestras existencia. Todo cambia con los tiempos, pensemos la de cosas que han cambiado en las últimas décadas: en la familia, en nuestro contorno social y en nosotros mismos. Es la forma natural de vivir, pues adaptarse a los nuevos tiempos no es una manera de traicionarse a uno mismo, todo lo contrario, demuestra inteligencia y capacidad para asumir los cambios sin frustraciones. Esa predisposición es una actitud positiva, para no dar facilidades prematuras a la recepción de la vejez. Hay que resistirse a ella tratando de mantener, en lo posible, el espíritu joven. Muchos son los que se dedican a caminar o realizar ejercicios físicos, también necesarios, pero frecuentemente se olvidan de la gimnasia mental, por ejemplo leyendo. Lo que no se usa se pierde. He aquí la perla que nos dejó en Oviedo, en octubre de 2011, el neurobiólogo Joseph Altman, premio «Príncipe» de Investigación: «Lo más triste es abandonar la curiosidad, cerrarse al mundo, dejar de aprender».

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