La cueva de la Peña de Candamo, de la aguja al láser
Llegó la primavera con Júpiter muy cerca de la brillante estrella Aldebarán y con ellos la apertura temporal de este lugar emblemático Patrimonio de la Humanidad, que se prologará durante el verano con un número limitado de visitas. Si bien es cierto que ha perdido el título de ser la cueva con arte rupestre paleolítico más occidental de Europa tras el descubrimiento de la cueva de Eirós (Lugo), debemos considerarla como un referente mundial del arte parietal paleolítico de la cornisa cantábrica por su ocupación continuada entre los 25.000 y 14.000 años.
¿Qué nos puede ofrecer la visita a la cueva de la Peña de Candamo y/o su centro de interpretación? Conoceremos la existencia de signos rojos. Leroi-Gourhan relaciona los bastoncillos con lo masculino y curiosamente con el paso de los siglos usamos una flecha orientada al Noroeste (como la entrada de la cueva para evitar el frío viento de las castañas) al que añadimos un círculo para identificar lo masculino explicado actualmente como una versión estilizada del dios Marte. Pero también existen en la cueva símbolos triangulares identificados con lo femenino que relacionaremos con la Lluera II (Priorio) y el Camarín de las Vulvas (Tito Bustillo). Gracias al análisis Raman de espectrometría con láser han aparecido múltiples signos nuevos que podemos relacionar con La Lloseta, Tito Bustillo, El Pindal, El Castillo o Ekain. Éstos parecen identificarse con lugares de paso, señalización de paneles o espelotemas. ¿Quién no se ha fijado que seguimos usando puntuaciones y colores para dar información desde carteles de dirección en una autopista a letreros en un gimnasio? Son códigos por descifrar.
Descubriremos en el cruce de dos bisontes lo que puede ser una máscara pintada en negro que nos recuerda en parte a los rostros de los bisontes de La Covaciella (Cabrales) evocando en nuestra mente a los indios americanos y sus chamanes. Tendremos la oportunidad de conocer los grandes uros, animal extinto en el siglo XVII, que podremos compararlos con las imágenes de Apis con la ausencia de su círculo solar entre la cornamenta de muchos miles de años después de Egipto. Magníficos uros que tuvieron más momentos destacados en el paso del tiempo como el que se enamoró de la Circe que transformaba a sus enemigos en animales y el que describe Julio César en la «Guerra de las Galias». Nos sorprenderá la posible foca no tan extraña si recordamos que la cueva se encuentra a unos 30 kilómetros del mar y con el río Nalón como canal en una red territorial que engloba los ríos Narcea, Navia, Nora, Sella, Cares y Deva. Fue realizada cuando se sufrían unas temperaturas medias anuales de unos cuatro grados en una estepa boscosa. Incluso hoy, lamentablemente, en ocasiones se convierte esta zona en una pequeña Venecia. Imagínese con el casquete polar ártico a la altura del actual Londres. Con este frío estas poblaciones ya tenían uno de los inventos más destacados de la humanidad y que ha llegado prácticamente inalterado hasta nuestros días salvo por el material, la aguja, como la aparecida en Las Caldas. Incluso, volviendo a la foca, es curioso cómo en la actualidad ocasionalmente éstas aparecen en las costas asturianas causando atracción y admiración en todos nosotros y en los medios de comunicación.
Debemos detenernos a conocer los ciervos representados heridos por venablos quizás en la berrea de septiembre donde podían ser seleccionados para la caza tras haber fecundado a las hembras. Destaca especialmente el ciervo que está realizado con la cabeza girada hacia atrás. Nos recuerda la búsqueda de esta perspectiva al mal asociado «Agnus Dei» en la cueva de Pair-non-Pair en Burdeos, cuyo curioso nombre alude a Jesús ofrecido como cordero de sacrificio por los pecados de los hombres, así como el ciervo del que se aprovecha casi todo desde la carne, piel, cornamenta, tendones, huesos... es ofrecido en sacrificio para la supervivencia de estos grupos humanos. En la carretera desde Grado a San Román de Candamo, en la orilla del río, incluso hoy podemos ver señales donde un ciervo representado de perfil nos informa del peligro por la proximidad de un lugar donde frecuentemente el camino puede ser atravesado por animales en libertad. El misterio se acentúa cuando conocemos la existencia de dos antropomorfos, figuras con rasgos humanos que parecen compartir cierta divinidad que destacan también en otras cuevas como Tito Bustillo. Si sorprende el mundo subterráneo maya conocido como Xibalbá asociado a las cuevas, las manos pintadas en Candamo nos harán estremecernos si pensamos que ante una puerta que comunica dos espacios y que funciona en las dos direcciones a modo de bisagra la mejor forma para evitar que algo que viene del otro lado nos lesione al adentrarnos en él es usar la mano sobre ella con la palma abierta dejando nuestras huellas en el acto.
Pero, sin lugar a duda, es el Camarín uno de los lugares más especiales de este lugar único. Suelen decir que tiene algo de retablo barroco, aunque lo más adecuado sería exponer que los retablos barrocos tienen algo de Camarín de la cueva de la Peña de Candamo aunque sólo sea por galones de antigüedad. Allí un caballo panzudo en color siena domina el espacio desde lo alto. Para representarlo se realizó un magnífico estudio de proporciones, la adecuación a una superficie irregular y la eliminación de formaciones para su mejor visión. Todo para que su apreciación desde el suelo fuera impactante y proporcionada. Incluso hoy en día en la plaza de la Escandalera de Oviedo, ya con aires de asturcón en bronce, una figura similar pasea entre nosotros.
Sin espacio para más pensamientos, quiero que imaginen cómo jugarían estas personas con los efectos de luz, que rompan de una vez la imagen de que el hombre masculino barbado es el único autor del arte rupestre frente a una dama joven y estilizada con aires de hechicera, que piensen en una musicalidad de prehistóricas txalapartas y flautas... Un canto puede acompañarles en esta aventura desde la aguja paleolítica a la realización en el siglo XXI de un modelo láser 3D de la cueva. Aprovechando el 25 de marzo donde en Roma se celebraba la Fiesta Hilaria o Día de la Alegría como el equinoccio de primavera podría ser éste: «¡Oh, celeste en tu santuario! Tus encantos atan los lazos que la rígida moda rompiera y todos los hombres serán hermanos» (Sinfonía n.º 9, Beethoven. «Oda a la alegría»). Estando allí abran lentamente los ojos, guarden silencio, escúchenla y sueñen con su maravilloso viaje en el tiempo.
David Sánchez Sánchez
Oviedo
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