Un juez, una luz
Señoría, el miércoles 3 de abril usted ha pasado a la Historia como el valiente que «se atrevió», haciendo suya «a la española» aquella fábula de Andersen titulada «El rey desnudo».
Usted, señoría, nos ha brindado a los plebeyos del Reino un tenue rayo de luz que nos infunde algo de optimismo, a punto de hundirse España en oscuras arenas movedizas.
Pero en las mañanas mediáticas de televisión y prensa escrita ya asoman lacayos seudoperiodistas y periodistas lacayos que tratan de desprestigiarle a usted con perlas como que «le gustan los coches de alta gama» y que «accedió tarde a la carrera judicial después de ser funcionario de prisiones».
Como si perdiésemos honorabilidad los ciudadanos que iniciamos tardíamente una tarea profesional definitiva o los que admiramos la talla brillante de los diamantes en los escaparates de las joyerías.
Señoría, en estos momentos de incipiente acoso hacia su persona y ejercicio, sepa que los españoles en su inmensa mayoría le admiramos y le pedimos que no se rinda. Los que aún confiamos en la justicia.
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