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Don José Luis García Vigón, un servidor incansable

1 de Junio del 2009 - Juan Ramón Fuentes Jiménez

El próximo día 6 de junio, un grupo de amigos de don José Luis celebraremos un más que merecido homenaje al amigo común con motivo de sus bodas de oro sacerdotales. Los actos consistirán en la celebración de sendas misas solemnes en sus parroquias de Godos y Soto de Trubia, a las 6 y 7.30 horas, respectivamente, participando la Coral de Lieres. Posteriormente, a las nueve de la noche, tendrá lugar una cena fraterna en el hotel Silvota.

En cincuenta años de sacerdocio fructífero, la figura de don José Luis da para mucho que hablar o escribir; pero tratando de hacer una síntesis de José Luis se podría decir que ha sido y es como persona y como cura un cristiano que ha hecho carne de su carne las palabras de Jesús: «Venid a mí los cansados y agobiados y yo os aliviaré». Ciertamente, don José Luis en todo este tiempo ha procurado, con éxito, figurar en su persona el rostro de ese Cristo que ama al ser humano y al que le duelen las personas que sufren. Como Cristo, don José Luis se encontró con numerosas personas a lo largo de su pastoral; personas con rostro humano, «cansadas» en su vida espiritual y material, «agobiadas» por problemas afectivos y efectivos, y el bueno de José Luis siempre tuvo palabras de ánimo y ayuda material para ellas; él sabe predicar y dar trigo –lo más complejo.

Don José Luis es, por ello, un apostante a ojos cerrados por la persona, porque tiene impreso en su ser que el ser humano es imagen de Dios, su obra magna, su icono, su metáfora. Don José Luis se esfuerza en practicar con las personas ese amor al que San Pablo se refiere al escribir a los corintios: «Aguanta siempre, espera siempre, es paciente, no lleva cuentas del mal». Ante esta actitud de vida, cómo no preguntarle a don José Luis la misma pregunta del salmista en el salmo 143 «¿qué es el hombre para que te fijes en él?». Para él, el hombre y la mujer son seres en quienes siempre cabe esperar; son, al estilo de Kant, fines en sí mismos y nunca medios.

Subtítulo: Homenaje a un sacerdote que cumple sus bodas de oro

Destacado: Un apostante a ojos cerrados por la persona, porque tiene impreso en su ser que el ser humano es imagen de Dios, su obra magna, su icono, su metáfora

Nuestro amigo, en su quehacer pastoral y personal, ha sido, como Prometeo en el mito griego, un esforzado benefactor de las personas; incansable, hubiera hecho como Prometeo, si fuera necesario, robar el fuego a los dioses para darlo a los hombres.

Querido José Luis, en todos tus días también has sufrido, como Cristo, las decepciones que, por limitación humana, producimos las personas, y ante ellas has sabido hacer tuyas aquellas palabras de oración de Teilhard de Chairdin: «No te inquietes por las dificultades de la vida, por sus altibajos, por su porvenir más o menos sombrío; quiere lo que Dios quiere»; y así lo has hecho, no has perdido la compostura y has querido lo que Dios ha querido.

Amigo José Luis, dotado de un talento singular, has hecho de tu ministerio un servicio, un actuar in persona Christi, y por ello en tu actuar no sólo no has desfigurado el rostro del Buen Pastor, sino que lo has hecho relucir más. Tú has sido y eres un testigo de la fe, de Jesús que cree en la persona, y al adoptar esta actitud de confianza en el hombre nos muestras al Padre Bueno, al del hijo pródigo que al ver llegar a su hijo perdido no le dejó enhebrar su discurso de perdón, simplemente le abrazó y le besó. Del mismo modo, con tu actuar nos muestras al Dios que ama y perdona sin condiciones, al que se gasta por el hombre de carne y hueso, como has hecho tú.

Querido José Luis, en este día tan especial, recuerda las palabras de Teilhard de Chairdin a propósito de tu siempre envidiable sonrisa de optimismo, no la pierdas nunca: «Antes que nada conserva siempre sobre tu rostro esa dulce sonrisa, fiel reflejo de la que el Señor continuamente te dirige; por eso, cuando estés triste, apesadumbrado… adora y confía».

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