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Teverga, se nos murió Hilario

10 de Abril del 2013 - Celso Peyroux

Sólo le faltó ser galán de cine. Pudo haberlo sido; otros hay con menos porte, gallardía, personalidad y cuantos epítetos gratos se le quieran añadir. Hasta la inicial de su nombre estaba unida a la belleza, Hilario.

La Campa de Entrago recuerda sus pasos de la infancia y juveniles. Atento a la sirena del Pradacón para las clases y las prácticas como aprendiz en los talleres de Hullasa. De allí saldrían los mejores especialistas para quedarse algunos en nuestros valles y otros buscar nuevos horizontes. San Martín en el recuerdo viviendo en la soleada casa de Tocote y compartiendo su vida con su familia y sus amigos; sobre todo, aquel grupo íntimo formado por Hilario, Celso Segurado, Manolín el de Angelina, Ramón Nicieza y Fernando Riaño. Cuántas fiestas, verbenas y escapadas, por un lado, y, por otro, con mozas cortejadas y vasos de sidra derramando alegría y pulcra convivencia. En aquella entrañable pandilla se fraguó una amistad que habría de permanecer siempre.

Suiza a lo lejos, impulsado por la sangre migratoria que nos corría por las venas a los jóvenes en la década de los sesenta en busca de labor y de aventura. Allí le abrió las puertas la Brown Boveri de la mano de su hermano Lolo, para quien deseo lo mejor. ¡Ánimo! Saldremos de ésta y de otras. Y un buen día se nos fue en busca de la mar, que es el vivir, y allí vivió y se nos murió en estos días.

Entre hierros y aceros de Ensidesa y Aceralia fue dejando muestra, a lo largo de una dilatada vida laboral, de su valía del buen especialista que se había forjado y del humanista que llevaba dentro. Sindicalista eficaz y dialogante, tolerante y respetuoso. Reconocido y amado por sus compañeros, siempre atento a las mejoras y a las reivindicaciones de quienes lo rodeaban.

Antetítulo: Necrológica

Subtítulo. Uno de los grandes sindicalistas de la siderurgia asturiana

Destacado: Noble estirpe esta que brotó de Maruja Barrio y Vicente Argüelles, llegados una mañana de las tierras de Bernaldo de Quirós, al otro lado de Sobia

Cómo me hubiera gustado haberte encontrado esta primavera –ahora ambos jubilados, con nietos y nietas– paseando por el Muro y, junto a «La madre del emigrante» –la tuya y la mía–, esculpida en bronce, apoyarnos en la baranda para contemplar el horizonte infinito recordando a Maruja, la quirosana, Angelina, la del albañil, y a otras mujeres y hombres buenos que en Teverga han sido.

Noble estirpe esta que brotó de Maruja Barrio y Vicente Argüelles, llegados una mañana de las tierras de Bernaldo de Quirós, al otro lado de Sobia. El hombre, llamado a ser un buen minero y admirado vigilante «entre un bosque de mampostas y lámparas encendidas»; ella, llamada a ser madre de amplia familia y sonrisa perenne entre los labios.

A la muerte de la madre, Nato –el amado hermano– le pidió a este cronista una plegaria popular nacida de un cálamo que toma su tinta entre las gentes del pueblo. La filial solicitud quedó cumplida en aquella ocasión y el Domingo de Pascua quise entender su voz, después de algunos años, confundida entre los clamores del viento que llegaban de Entrago y las alborotadas aguas del «banzáu». Desde el séptimo cielo, donde habita en paz, Nato de nuevo me pidió que cogiera la pluma para dedicarle unos renglones derechos al hermano perdido. He aquí, una vez más, que sus palabras fueron órdenes de amistad suprema.

Hilario, cuando veas a Nato –mi amigo del alma–, dile lo mucho que le seguimos queriendo y que aquí abajo –en un mundo desolado que amenaza ruina si entre todos no nos damos la mano para sobrevivir y mirando para atrás recogemos a quien se queda por el camino– le seguimos queriendo y sufrimos cuando se va uno de los nuestros.

Hilario, el cielo mejorará con tu presencia. Marité, de siempre –y éste es el momento de volver a resaltarlo– al lado de un gran hombre hay siempre una gran mujer que, como un faro encendido, ilumina y abre los senderos atenta más que nunca a velar por los suyos. Te queda una hermosa familia con la «H» de Hilario y mucho trabajo y amor que repartir entre los hermanos, los hijos, los nietos y todos cuantos te rodean. Ánimo con su recuerdo.

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