«Tu rostro será el último», una nueva y buena novela portuguesa
João Ricardo Pedro (Amadora, Portugal, 1973) es un ingeniero electrotécnico que vive en una población satélite de Lisboa y consigue con ésta su primera novela el galardón literario luso dotado con la mayor cantidad de dinero –cien mil euros–, que es el premio «LeYa» de 2012. Por ese motivo ha adquirido fama y la obra se está traduciendo a varios idiomas.
«Tu rostro será el último» (Editorial Planeta, 2013) es una novela muy portuguesa, en su forma y contenido; sus primeros capítulos tienen el aire de algunos de los clásicos portugueses del siglo pasado –como José Cardoso Pires, por ejemplo– con su apego a la tierra, su descarnada crítica, su humanidad, su melancolía y esa mezcla de rabia contenida, desasosiego y la aparente paradoja de la esperanza, que suena a fado castizo triste. La novela se hace con muchos capítulos cortos que casi siempre tienen cada uno vida propia, como cuentos que van haciendo la historia en forma de mosaico que va y viene en el tiempo. El libro podría leerse con cualquier orden y al final se recompondría de igual manera; aunque tenga un final quizá demasiado abierto, como es moda ahora.
Algunas de esas narraciones son chocantes, quizá demasiado llamativas en ocasiones, terribles, chuscas o de risa, pero pertinentes. Entre todas cuenta la historia de tres generaciones de una familia: el abuelo médico que se instala en una pobre aldea de la Beira Interior, en la ladera sur de la Serra de Gardunha; el hijo que pasa el tiempo más importante de su vida en las guerras coloniales de África, las que acabaron con el régimen de Oliveira Salazar el 25 de abril de 1974, en la Revolución de los Claveles. Y precisamente la historia de la novela comienza ese día, tras la aparición de un cadáver tiroteado mientras se han reunido el abuelo médico, el cura y otros pocos personajes significativos del pueblo, para comentar las noticias de la revolución. El protagonista es el nieto, Duarte, un chico que resulta un pianista prodigioso y cuya trayectoria va a tener paralelismos con otras historias lejanas y ajenas, pues no hay que olvidar que el portugués siempre ha sido un pueblo emigrante, que vive y se asienta bien en tierras e historias ajenas y lejanas, que acaban haciendo propias y domésticas.
A la novela no le faltan algunas palabrotas y alguna descripción demasiado naturalista y fisiológica de cierta desvergüenza, pero la nota dominante es mesurada. Y la narración capta el interés y la tensión por su mensaje, su hondura y la manera clásica y realista entremezclada con detalles narrativos novedosos, simbolismos y paralelismos de situaciones. Descripciones detallistas, que también tienen estética muy portuguesa, como lo es la arquitectura manuelina por ejemplo, presente en tantos escenarios de la vida lusa y que parece verse entre líneas.
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