Una carta con destino el cielo
Querida hermana Eva: Me cuesta hablar de ti en pasado, por lo tanto haré como si te escribiera una carta cuyo destino es el cielo. Te conocí hace 3 años en la Cofradía de los Estudiantes, a la cual pertenecemos las dos, y entablé una estupenda relación de amistad y cariño. Tú, Eva, con lo buena persona que eres, tu sonrisa y la alegría y el cariño que pones en todo aquello que te importa, me impresionaste. Todos los años por estas fechas te preguntaba cómo estás, tú me decías que atacada, pues faltaba poco para las procesiones. No sólo compartíamos la cofradía, también el Real Oviedo, donde somos unas farolas de nuestros colores. Hace unos días te comenté, tomando un café yo y tú un refresco, que a mis nietos les daban las medallas de la cofradía, y tú me dijiste "no faltaré para hacerles fotos". Allí estabas con tu cámara tomando fotos y disfrutando, porque sabes que mi nieto Pelayo te quiere mucho y tú eres como una niña con ellos. Cuando me dijeron lo que había sucedido me encontraba en Madrid, y no vine porque deseo guardar tu recuerdo para siempre. En plena juventud, con 25 años y tu vitalidad, un infarto te llevó de nuestro lado.
El Día de Ramos debíamos haber salido con el Cristo de Misericordia en procesión de penitencia, pero el cielo estaba cubierto y en vez de agua caían lágrimas por no estar con nosotros.
Como la canción, Eva, espérame en el cielo, que yo deseo ir donde tu estás, donde van las buenas personas y limpias de corazón como tú.
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