La cara buena y la cara mala
Comenzaré diciendo que con esto no pretendo que me publiquen nada, simplemente hacer llegar mi opinión a alguien que tiene la posibilidad de hacer público lo que pienso. Es época de hablar de cosas malas. Es época de hablar de la crisis, de las guerras, del paro, de las imputaciones, de personas públicas que roban y pasan desapercibidas, de recortes en sanidad y en educación, del aumento de los impuestos y de todas esas cosas que nos hacen la vida un poco más difícil a todos.
Personalmente no hablaré de nada de esto. Porque mi carta, mi queja o mi súplica es para recordar todo lo bueno que tenemos y no valoramos. Es triste estar escuchando día sí y día también malas noticias. Supongo que esto más que una queja parecerá un anuncio de coca-cola, pero sinceramente me da igual. Solo intento que esta carta llegue al corazón de alguien, y que por un segundo recuerde las sonrisas de las personas que tiene al lado, el olor del café recién hecho, las voces de su perrito recorriendo el pasillo o escuche la risa de la persona a la que quiere. Porque lo que verdaderamente sí es triste es pensar en todo lo que hemos perdido a lo largo del tiempo por no haberlo cuidado lo suficiente. Lo verdaderamente triste es perder el tiempo en algo que no merece tanto la pena como un abrazo lleno de sinceridad, lleno de amor y lleno de cariño.
Porque sí, nosotros tenemos políticos mentirosos, programas de corazón en los que unos se pelean con otros. Tenemos un paro demasiado elevado, una educación que necesita varias modificaciones y la cual nuestro ministro Wert se está cargando con una ley educativa que va en contra de todos los principios y derechos de la educación que existen, recortes en la sanidad pública y un país con miedo a irse a pique.
Pero también tenemos personas a nuestro lado que pueden hacernos todo esto mucho más llevadero. Pueden convertir un político mentiroso en un beso robado, un paro elevado en una excusa para hacer más cosas juntos. Pueden llegar a transformar todo lo malo en algo que jamás hubiésemos imaginado. Podrían transformar un país con miedo en un país lleno de solidaridad, alegría y tolerancia si las dejáramos.
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