Un vergüenza de Centro Médico
La madrugada del 4 de abril, jueves, recibimos mi marido y yo una llamada telefónica, eran las 02:30 de la madrugada y nos sobresaltó. Rápidamente descolgué el teléfono, era mi madre que nos pedía que acudiésemos a su casa porque mi padre se encontraba mal. Cuando llegamos mi padre estaba pálido, con sudores fríos y un dolor constante y punzante en pecho y brazo, todo hacía pensar que se trataba de un infarto.
Mi padre es funcionario y su centro sanitario de referencia es el Centro Médico de Asturias, hacia allí nos encaminamos rápidamente. Durante el trayecto mi padre se encontraba cada vez peor, le costaba respirar e incluso hablar. Cuando llegamos a la puerta de Urgencias del Centro Médico de Asturias nos bajamos del coche, mi padre con dificultad. Nadie, a pesar de que desde el mostrador de urgencias nos estaban viendo, se dignó a ayudarnos, incluso, tuvimos que llamar al timbre para que nos abriesen. Una vez dentro, nadie absolutamente nadie se acercó a ofrecernos una silla de ruedas para que mi padre se sentase y fuese atendido como es debido. Sólo estaba un conserje y una especie de celador y digo especie porque por sus venas debía correr horchata en vez de sangre. Mi padre tuvo que ir a pie rodeando el mostrador de recepción hasta que al celador con horchata en las venas se le ocurrió traernos la silla de ruedas. Mi padre cada vez sufría más dolor y respiraba peor. Se preguntarán ¿y el médico? Eso mismo me dije yo. ¡Un médico por favor a mi padre le está dando un infarto!, grité. Nadie me hizo caso, tras tres o cuatro minutos, al fondo del pasillo aparece la figura pasiva, desmotivada, como malhumorada por haberle despertado del que se supone un médico. Le dije, doctor, por favor, yo no soy médico, pero creo que mi padre está sufriendo un amago o un infarto, ayúdeme. El médico, siguió a su ritmo, lento, sin decirme nada, a lo que yo indignada y asustada por la vida de mi padre, le espeto, ¡Por favor, déjese de tanta parsimonia y atienda a mi padre! Él me miró con arrogancia, por encima del hombro, contestándome: ¡Yo soy el médico! A lo que le dije y mi padre su paciente haga el favor de atenderle y respetarle a él y a mí como nos merecemos. A partir de ahí, el celador con horchata en las venas me dijo que me trasladase a la sala de espera. Mi padre estuvo en el Centro Médico de Asturias una hora y media más o menos, hasta que lo estabilizaron y nos comentaron que tenía que ser trasladado en UVI MÓVIL al Hospital Central de Asturias porque en el Centro Médico no había camas libres en su UVI y todo hacía indicar que había sufrido un infarto, como así nos confirmaron en el HUCA. Mi padre pasó dos noches en la Unidad Coronaria del HUCA y cuatro días en planta, con un personal excelente, tanto en atención médica como personal, de la que deberían copiar una mínima parte los profesionales del Centro Médico de Asturias, al menos el doctor generalista que atendió con desgana y prepotencia a mi padre aquella madrugada del 4 de abril. Vergüenza de Centro Médico de Asturias, vergüenza de sanidad privada, no dejemos que recorten algo tan básico y eficaz como es nuestra sanidad pública. Gracias a todo el personal de la Unidad Coronaria del HUCA, sois todos unos profesionales de los pies a la cabeza.
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