El triiunfo de Maduro
Nicolás Maduro, el candidato del Partido Socialista Unido de Venezuela, que fuera nombrado sucesor por el fallecido Hugo Chávez, ha ganado las elecciones presidenciales por un estrecho margen que, aunque suficiente para continuar con el programa revolucionario, no podrá soslayar una gran contestación interna que deja casi a la mitad de los venezolanos en la otra orilla política.
Maduro, que fuera maquinista del metro y sindicalista, no tiene el carisma ni el discurso demoledor que tenía Chávez porque, a pesar de su experiencia política, tanto en la clandestinidad (donde Chávez le asignó el nombre en clave de Verde), como en los importantes cargos que ha desempeñado como presidente de la Asamblea Nacional, ministro de Asuntos Exteriores y Vicepresidente Ejecutivo, le falta el ingenio y la inteligencia del comandante paracaidista. Solo hace falta echar un vistazo a los resultados de las anteriores elecciones donde Hugo Chávez sacó 10 puntos de diferencia a Capriles, el candidato de la derecha.
No sabemos lo que ocurrirá en los próximos años en Venezuela, pero Maduro y el PSUV, además de continuar con su política social, de soberanía nacional y de cooperación internacional, que han sido tan exitosas, también tendrá que prestar una mayor atención al desarrollo de amplios sectores económicos y a terminar con la violencia callejera, pues Venezuela es uno de los países mas inseguros del mundo. Pero, sobre todo, el partido ganador y su líder tienen que tender puentes de entendimiento con la oposición y hacer partícipes del desarrollo del país a sectores de la burguesía que también son necesarios para construir una gran Venezuela.
El triunfo de Maduro, por lo ajustado y porque a mucha gente no le gustan los regímenes populares que han emergido en Iberoamérica, todavía está siendo contestado por la oposición venezolana e incluso por algunos países extranjeros, como España. Es un grave error que debe corregirse de inmediato porque de lo contrario todos los esfuerzos que se han hecho para mejorar nuestras relaciones se irán al garete y peligrarán otra vez las empresas multinacionales españolas en ese área.
La petición por parte del Gobierno del PP de un recuento inmediato de los votos, que ha tenido la respuesta venezolana con la llamada a consultas a su embajador en Madrid, es una intromisión intolerable en los asuntos internos de otro Estado, que contrasta con la actitud que tomó España con las elecciones norteamericanas entre los candidatos Bush y Al Gore (que tardaron meses en dilucidarse en los tribunales) o las que fraudulentamente ganó hace poco en México el candidato del PRI, Enrique Peña Nieto, donde su partido daba tarjetas regalo de unos grandes almacenes a cambio de votos. Pero yo tengo la impresión de que, tras la equivocada iniciativa del Ministerio de Exteriores, está la larga mano de FAES y su presidente, José María Aznar, que hace mucho tiempo interviene groseramente en los asuntos internos de Venezuela y que ahora está promoviendo un PP iberoamericano para intentar subvertir los procesos revolucionarios, pero democráticos, que se están dando en algunas repúblicas hermanas.
El Partido Popular haría bien en intentar dar solución a los gravísimos problemas que tiene España en vez de crear otros, socavando las relaciones con los países de Iberoamérica.
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