Sobre la condena de Marbella y los jueces
La justicia, como decía mi abuelo, sólo se aplica con diligencia y en condiciones a los pobres. Unos individuos que dejaron Marbella como un solar, robaron treinta veces más de las multas que les ponen, no devuelven el dinero robado y se les condena a algunos con dos años, otros con tres y al perla con siete; quiere decirse que dentro de poco más de un año estarán libres y coleando, nunca mejor dicho, dándole al cante y al tacón por los tablados pagados con nuestros dineros por alcaldes tan corruptos como la individua que guardaba de 3.000 en 3.000 euros/día para no pagar al fisco. Luego miles de seguidores irán a aplaudirle como perfectos estúpidos que somos.
Señores jueces, no es que deseemos que la gente vaya a la cárcel, pero al menos exíjanles devolver la misma cantidad que robaron para después de ocho años de paripé aplicarles una pena como si robaran gallinas para comer. Así tendremos corruptos de por vida, y todo porque ustedes, quienes deben aplicar la Justicia, son lentos, amigos del poder, de los famosos y de quienes tienen dinero; dejando su profesión muy devaluada. ¿Cómo interpretar, señores jueces, que ante un caso de los muchos que observamos se repartan los votos entre los partidarios del PP y los del PSOE, a la hora de dar respuesta e implantar Justicia? Si fueran realmente justos, no digo por unanimidad, que para eso son varios en un tribunal, pero sí al menos no sentir ese reparto tan descarado por ideología o interés por quien les colocó en ese cargo. Eso, amigos jueces, les deja de nuevo sin réplica a quienes les pudieran criticar. Claro que, como es entendible, se salvan de esta crítica los jueces que cumplen cada día una tarea justa y sin medios viendo cómo sus collacios en escala y tribunales superiores les hacen un flaco favor a su profesión.
Le decía Ratzinger al nuevo Papa, quiero ir a morir a España, quiero hacerlo como Jesús nuestro Dios, entre ladrones. Y también le recordó que, si en vez de elegirle a él, un alemán, hubieran elegido de Papa un cardenal español; usted Francisco, jamás hubiera sido Papa, allí nadie dimite.
Los españoles están hasta la coronilla de políticos ineptos, corruptos y despilfarradores; pero están tomando conciencia de que el daño mayor lo producen los jueces y fiscales al servicio del poder; donde caso tras caso de corruptela, observan atónitos cómo las diligencias se pierden en el tiempo, eluden la cárcel casi todos, por defectos de forma y prescripción de delitos, todo tan sospechoso de estar planificado entre compinches, que de lo contrario sería repetir errores demasiado claros y concisos en favor de los corruptos. Señores jueces y fiscales de estancias superiores, no se corten, sigan mirando cómo la Justicia es implacable contra los débiles, pobres y ciudadanos de a pie, mientras ustedes dejan corretear libres como palomas de la Paz, a los Bárcenas, Undangarinos, Puyoles, Fabras, Matas, Sepúlvedas, Gürteles, Campeones, alcaldes, políticos y cónyuges de todos los colores que, como presuntos ladrones o cómplices de los mismos, serán como pajaritos revoloteando sobre sus conciencias. Qué decir de los presidentes y gestores de cajas en quiebra que ahora tenemos que rescatar entre todos, mientras siguen desahuciando a las familias y robando a los ancianos en las preferentes; ellos, entre tanto, disfrutando con indemnizaciones y prejubilaciones multimillonarias que ellos mismos se pusieron. ¿Eso es Justicia? ¿Por qué aquí la fiscalía no toma medidas o partido como lo hace con la imputación de la Infanta?
Es difícil, señores jueces y fiscales, abstraerse de decir, los ciudadanos cada día son más conscientes de lo costoso que es nuestro Estado de derecho para que ustedes y los políticos lo conviertan en derechos del Estado.
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