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El muro de la sanidad pública en Oviedo

6 de Junio del 2009 - Angeles González Menéndez (Oviedo)

El 21 de agosto de 2008 acudo con mi madre al servicio de urgencias del Hospital Nuestra Señora de Covadonga de Oviedo. Tras hacerle varias pruebas, analítica, placa y ecografía la doctora que le atiende considera que no tiene nada importante y decide enviarla para casa pautándole un gelocatil cada ocho horas.

Al día siguiente, dado el empeoramiento que tiene, acudimos de nuevo al servicio de urgencias, el doctor o doctores que la tenían que atender tardan cuarenta minutos, la familia pide por favor que le den una camilla para que estuviese más cómoda. Había más de uno y de dos boxes vacíos, siendo la respuesta del personal sanitario que esos boxes eran para casos urgentes. Primer diagnóstico verbal a la familia: probable gastroenteritis, hasta que en un momento determinado se repite la sintomatología por la cual la habíamos llevado de nuevo a urgencias. En ese momento debieron considerar que estaba grave ya que la ponen en un box y preguntan incrédulos que si había estado el día anterior en urgencias. Avisan a los cirujanos, los cuales nos dan oralmente el diagnóstico de oclusión de intestino como consecuencia de una operación que le había sido practicada hace 25 años, quedando ingresada.

El domingo 24, se le presenta por la tarde un brote de fiebre. Acude el médico cirujano de guardia y nos informa que la oclusión por adherencias evoluciona lentamente, pero a lo que le da más importancia es a la fiebre, por parte de la familia se le sugiere que se le practique un escáner a lo que responde que no corramos tanto y hace caso omiso.

Desde ese mismo momento mi madre empieza a bajar una pendiente muy peligrosa, lo que la familia hace saber a los profesionales médicos si así se pueden llamar.

Hasta el miércoles por la mañana no se le practica el escáner, es entonces cuando nos informan que hay que operar para ver lo que tiene. El cirujano nos informa que en el escáner se ve un objeto no identificado en el intestino delgado y líquido en el abdomen. Ante lo que estoy escuchando me quedo atónita y le digo que ese objeto que se ve en el escáner no será la pepita que se tragó y que este dato se aportó en urgencias los dos días que acudimos. Él reconoce que no sabe nada de ese dato, ¿cómo es posible que no lo anotasen? Nos dijo que dicha operación se realizaría a las 4 de la tarde. Cada minuto que pasaba empeoraba a pasos agigantados. Pregunto por el doctor en el control de planta y me dicen que está en urgencias. Acudo allí dado el estado en que se encontraba mi madre para hablar con el doctor, pero no estaba allí. Me lo confirmó el personal de atención al usuario. Regreso a planta y compruebo que el personal del control estaba furioso porque les habían llamado de atención al usuario. Llegaron dos cirujanos y ahora nos dicen que no tienen anestesista. Estos señores era la primera vez que veían a mi madre y ya comentaron que con líquido en el abdomen había peritonitis. Esta operación se realiza a las 6 de la tarde cuando mi madre solo tenía un hilo de vida. Se realiza la operación. Al término de la misma se nos informa que es una peritonitis muy grande, siendo la causa que la originó una pepita. Este dato ya lo habíamos aportado.

Desde el miércoles hasta el lunes permanece en la unidad de recuperación de anestesia. Ese día la llevan a la planta de cirugía (1.ª planta izquierda), donde había estado desde el día de su ingreso hasta el día de su operación. Del personal que trabaja allí tengo que destacar, exceptuando a dos personas como mucho, la falta de profesionalidad, de tacto humano, tanto con la paciente como con la familia simplemente por preocuparnos por la evolución negativa que sufría.

El día 9 a las 22 horas solicito en el control que llamen al médico de guardia dado el estado en el que veo a mi madre. Acuden dos doctoras de las cuales era una la que habló con la familia haciéndome saber que por qué se la había llamado, que las constantes eran estables y que con el aporte de oxígeno que tenía respiraba como ella y como yo. A las 2 de la madrugada del día 10 de septiembre por iniciativa de una enfermera son avisados los médicos de medicina interna, comunicándome éstos en la gravedad que estaba mi madre. A las 4 de la tarde del día 10 de septiembre mi madre fallece.

A ellos se le ha muerto un paciente más a mí se me ha muerto mi madre, y ya no la volveré a ver nunca. Ante esto que he expuesto sugiero a quien corresponda que casos como éste y otros similares no se vuelvan a repetir, ya que yo y mi familia consideramos que si nos hubieran hecho caso tanto cuando informamos por dos veces (el primer día que acudimos a urgencias y el día siguiente) de que mi madre había tragado una pepita, así como cuando informábamos a los médicos después de la operación, estando ya en planta, que no veíamos ninguna mejoría, discrepando de lo que ellos decían, que estaba mejorando.

Estábamos las 24 horas del día con ella para poder atenderla por lo que sabíamos perfectamente cómo se encontraba. Podíamos aportar mucho pero en cinco minutos que estaban los médicos en su habitación salían diciendo que estaba mejor.

Yo aconsejo a todas estas personas que hagan un ejercicio de empatía. A todos les vendría bien.

Estamos completamente seguros de que si le hubieran practicado el escáner en los primeros días, así como haber tenido en cuenta los datos que aportamos, hoy la tendríamos con nosotros.

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