Inertes
Realmente no me sorprendo de que mucha gente "común" ponga el grito irritado en el cielo ante la propalación de nuevas formas de protesta ciudadana y que señalen a algunos de sus miembros destacados como a abyectos enemigos de la sociedad. No me sorprende porque ya hace años que me rendí a la evidencia de que es este un país sumiso, en el que los dictadores mueren de viejos -y hasta diría que de aburrimiento- y se aceptan la corrupción o la falta de transparencia como los días de lluvia o los veranos cortos.
En esa quietud no se debe confundir el equilibrio con la ausencia de energía, esa aceptación de la vida masticada choca inevitablemente con la visión existencial de quienes piensan que se puede y debe dar un paso más. No siempre las formas de protesta son completamente acertadas, pero la inacción es necesaria para que el mundo nunca mejore. Entregar el voto cada cuatro años a una galería de desconocidos -asumamos que en unas grandes elecciones apenas reconocemos a unos pocos de cada lista- es tanto como quedarse quieto, decir sí amo, aceptar que nada cambie.
Afortunadamente el mundo cambió porque siempre hubo algunos que se animaron a salir de la rodadura, y sí; entonces también muchas voces se alzarían y muchos dedos señalarían a quienes valientes tomaban los caminos nuevos. No importa, de otro modo seguiríamos en las cavernas. La abolición de la esclavitud, las vacaciones pagadas, el voto de la mujer, los encausamientos a dictadores, el hundimiento del telón de acero son apenas unos ejemplos de logros que pasaron invariablemente por una expresión cívica, alborotos o cierto desorden. Llámesele como se quiera.
No todos podemos estar de acuerdo, pero lamento que tantos que hoy alzan su enojada voz contra algunas de esas formas de protesta no hubieran sido tan vehementes hace apenas unos pocos años, cuando la repugnante corrupción y la cultura meramente especulativa se habían enseñoreado sin disimulo de la sociedad conduciéndola sin remedio a esta situación comprometida. No pocos delincuentes han obtenido triunfos electorales en sus respectivas circunscripciones. Eso nos define, y a mí me avergüenza.
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