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Generaciones perdidas

23 de Abril del 2013 - Marino Gómez Santos

A las ya establecidas en la cultura española, propondría añadir con carácter local, las Generaciones de la calle de Uría. Concepto referido a los ovetenses asiduos a la principal arteria de la ciudad en sus tiempos esplendorosos, que comprenden hasta los años cincuenta, cuando la alegre vía inicia una desoladora claudicación irreversible.

En la calle de Uría los ovetenses de varias generaciones coincidían en el paseo, regulado por el reloj del Banco Herrero. Los viajeros que llegaban Oviedo por la estación del Norte habían de pasar por esta calle, donde la vida de la ciudad adquiría notoriedad por el carácter del café Peñalba y de un comercio de no menor excelencia.

Subtítulo: En la muerte de Arturo Álvarez-Buylla Corujo

Destacado: En su lenta caída deja una profunda huella que ha removido los preciados estratos de su ovetensismo

En las Generaciones de la calle de Uría se enjambraban las del contiguo Paseo de los Álamos, como en una Plaza Mayor. Los ovetenses de los cincuenta llevaban impreso en su mente el censo de aquellos con los que convivían de modo que advertían visualmente las bajas de la concurrencia.

No por ausente ha decrecido en mí esa facultad perceptiva que perdura, aún cuando la calle de Uría permanezca fosilizada tristemente, como «una calle cualquiera, camino de cualquier parte». Arturo Álvarez-Buylla Corujo, que acaba de ausentarse de ella para siempre, pertenecía a esa Generación perdida de ovetenses singulares.

Era roblizo de contextura y muy deportista; un ser colmado de generosidad. En su lenta caída deja una profunda huella que ha removido los preciados estratos de su ovetensismo. Había recibido la idiosincrasia paterna que se evidenciaba en sus afectos, tanto como en el buen ejercicio de la Medicina y en la cortesía de recibir en Asturias a los amigos forasteros de su familia. Cumplía aquella misión por natural impulso, secundado por el amor de su mujer Maricruz Cores, primero en la casa familiar de ésta en Meres, y después en Verdicio, su propiedad donde gustaba reunir a los amigos con los que compartía afinidades, entre las cuales figuraba naturalmente, la pasión de todos los Álvarez-Buylla por la ópera.

No me corresponde a mí enumerar las aportaciones de Arturo a los anales de la cultura ovetense, que ya habrán sido hechos de modo puntual. Únicamente deseo hacer llegar este papel con mi nombre al lugar donde ya repose, como testimonio de una añeja amistad trenzada a la de don Plácido, su padre.

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