Las verdades del barquero
El Sporting viajaba a Ponferrada con la esperanza de que una victoria en El Toralín pudiera al menos mantener viva la ilusión de un sportinguismo, que antes del partido, todavía creía en conseguir el objetivo mínimo de alcanzar la promoción. Mínimo porque cuando al inicio de temporada se presentó el equipo, el proprio presidente -quien por cierto fue increpado al final del partido por un grupo de aficionados rojiblancos- afirmó que todo lo que no fuera ascender sería considerado un fracaso. Se entendía pues que el objetivo era el ascenso y además que éste se lograra de forma directa. Y se entiende ahora por tanto que el proyecto gestado por el cuerpo técnico y avalado por el Consejo ha fracasado rotundamente.
Llega pues el momento de pedir responsabilidades, a pesar de que no se espera que nadie las asuma, del mismo modo que nadie las asumió la pasada temporada cuando un equipo diseñado para mantenerse a priori en la zona templada de la primera división, acabó por naufragar sin que nadie pusiera remedio a unas fugas más que evidentes cuando ya en diciembre la nave hacía aguas por todas partes.
Cuando las cosas empiezan mal, lo normal es que acaben mal, si no peor. Y eso es lo que le ha ocurrido al Sporting. El Consejo decidió en su día prescindir de los servicios de Javier Clemente -que amenazaba con cambios drásticos en la estructura de Mareo- y apostó por un entrenador novel -Manolo Sánchez Murias- junto a un director deportivo -Raúl Lozano- con una experiencia profesional aún menor en ese cargo. Se confeccionó de este modo una plantilla que el tiempo ha demostrado escasa y descompensada, especialmente en determinadas posiciones, como el mencionado Clemente anticipó nada más llegar a Gijón. Los nefastos resultados conllevaron el despido de Manolo mientras que sin embargo, quien presuntamente era también copartícipe de la situación, el director deportivo, se mantuvo en el cargo. Se mantuvo y se mantiene, puesto que a los dos años de renovación del actual entrenador Ramón Sandoval, se unió la continuidad de Raúl Lozano, quien visto lo visto, ha hecho bueno a su predecesor Emilio de Dios, que ya es decir mucho.
Del partido de Ponferrada para empezar, alguien debería explicar con seriedad el motivo por el que el equipo se desplazó en el mismo día del encuentro. No resulta de recibo que una entidad con el segundo presupuesto de la categoría escatime los gastos que puedan ocasionar una noche de hotel, y menos aún cuando está tanto en juego. Tres horas de viaje en autocar no parece la mejor forma de afrontar un choque decisivo. Tal vez a la hora de recortar gastos, se deberían considerar otros aspectos, empezando por la masificación de personal que a diario pulula por Mareo, o por sus oficinas y tiendas, donde el amiguismo y los buenos contactos son el mejor currículum a la hora de acceder a un puesto garantizado casi de por vida. Lo que los asturianos conocemos como un puestín.
En cualquier caso, se viaje en el día o en la tarde anterior, nada puede excusar la falta de profesionalidad demostrada por los jugadores sobre el campo. Y es que por mucho que pueda molestar esta acusación, la impresión que causó la actuación del equipo ante los cerca de tres mil aficionados que se trasladaron desde Gijón no fue otra que esa: falta de profesionalidad. ¿Es necesario repetirlo una vez más? Pues se repite: ¡falta de profesionalidad! A esta afición que por enésima vez ha respondido espontáneamente dando muestras de su fidelidad más absoluta e inquebrantable, no le sirven ya los clásicos mea culpa que tras padecer espectáculos como los del sábado, entonan los principales protagonistas de tales esperpentos. Han sido ya demasiadas veces las ocasiones en las que se han tenido que escuchar los mismos propósitos de enmienda que luego a la hora de la verdad nunca se han cumplido.
El sábado el Sporting despachó unos primeros cuarenta y cinco minutos que probablemente quedarán para el recuerdo como los más bochornosos de la presente temporada. Sólo probablemente, porque para desgracia del sportinguismo aún hay partidos para superarlo. Un único tiro a puerta -que ni tan siquiera fue entre los tres palos- fue todo el bagaje ofensivo de un equipo que supuestamente se jugaba sus últimas opciones para no descolgarse de los puestos de promoción.
La segunda parte con un tiro al poste al poco de empezar, parecía que iba a discurrir por otros derroteros, pero tras ese amago, pronto se comenzó a extender entre el amplio sector rojiblanco la sensación de que aquella tarde que había comenzado en fiesta podría acabar en drama, como así ocurrió a raíz de una jugada ensayada -que hasta el más inexperto entrenador debería conocer- y en la que la defensa del Sporting pecó de una bisoñez mayúscula. Tras el mazazo que supuso el gol encajado apenas si se mostraron indicios de reacción, ni aun cuando Sandoval la buscó introduciendo sus tres cambios. Y es que ninguno de los tres hombres que saltaron al campo desde el banquillo fueron revulsivo para un conjunto que navegaba abiertamente a la deriva ante la mirada atónita de su mareona.
El mismo Sandoval debería hacer examen de conciencia sobre alguna de sus decisiones, como la haberse decantado por el central del filial Borja López como sustituto del lesionado Canella. ¿No existen acaso más laterales en toda la plantilla que pudieran suplir esa notable baja? Como alguien también debería explicar los motivos por los que se dio luz verde al fichaje de un Casquero que en Ponferrada, una vez más, se limitó a calentar por la banda. Son tantas las preguntas y tan pocas siempre las respuestas...
Dejando a un lado las opciones matemáticas, la realidad es que el Sporting la próxima temporada volverá a jugar en la Liga Adelante. La duda que ahora mismo se cierne entre la afición es si además de jugar será capaz de competir. Otra vez se vuelve a escuchar aquello de que contamos con la ventaja -consuelo de pobres- de poder empezar a trabajar ya mismo en la confección de la plantilla cuando aún estamos en pleno abril, como si no supiéramos que como siempre ha ocurrido en ocasiones precedentes, con toda seguridad, no se aprovechará esta circunstancia. Porque para empezar: ¿se tiene claro cuál va a ser el criterio a seguir en el nuevo proyecto rojiblanco?
Las necesidades económicas -o eso se nos pretende hacer creer- mandan. Porque al final resulta que las temporadas en primera no sirvieron para sanear las cuentas del club, en contra de lo afirmado antes de lograr el ascenso y esta temporada en segunda no ha hecho sino empeorarlas aún más. Parece que se impone por tanto una reducción en la cuantía del importe de las fichas a abonar a los jugadores, lo que implicará necesariamente facilitar una serie de traspasos, ya veremos con qué rendimiento económico. El pasado ofrece claros ejemplos de que el Sporting nunca se ha caracterizado precisamente por sacar el debido partido a sus activos más valiosos.
Un proyecto basado de verdad en la cantera es la única solución para un club como el Sporting y una ciudad como Gijón. Un equipo donde siete o ocho jugadores procedieran de las bases de Mareo sería con toda seguridad aceptado por la mayoría de aficionados como una apuesta de futuro sobre la cual podría incluso no pesar la obligación de un ascenso inmediato. Por el contrario, seguir en la misma línea de incoherencia y contradicciones mostrada en las temporadas anteriores conllevará en el aficionado sportinguista una mayor pérdida de credibilidad y confianza si cabe, con la consiguiente disminución en la masa social. Pensar así que en la próxima temporada se volverán a superar los veinte mil socios, a día de hoy, resulta tan utópico como seguir confiando en el milagro tras el papelón de Ponferrada.
Todas estas y probablemente alguna más que se ha quedado en el tintero son las verdades del barquero. Pero quienes más las conocen son precisamente quienes más se empeñan en ocultarlas. Sus motivos tendrán y sólo queda esperar que algún día deban dar cuenta de ellos a una afición que es la única que hace honor a un himno que reza aquello de vencedor por los campos de España, otra vez volverás a triunfar, porque lo que es el equipo efectivamente otra vez habrá de ser, porque en Ponferrada como en otras tantos campos, ni venció ni un triunfó. Sólo lo hizo una afición cuya fe como también canta el himno, nunca decae, pero que empieza a estar cansada de tener que revivir siempre sus viejos laureles. ¡Aupa Sporting!
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