De héroe a villano
Alejandro Patallo, teniente alcalde de Grado y socio del Partido Popular desde las elecciones de 2007, ha sido expulsado del gobierno municipal hace escasas fechas. La derecha nacionalista, esquemática y sectaria como es habitual su proceder, lo mismo te sube a la gloria que te empuja a los infiernos por un quítame allá esas pajas. Te puedes pasar toda la vida asintiendo a sus mandatos y dogmas, que a la primera que te rebelas contra ellos te aplican su propio código, que es algo así como caer en pecado mortal sin solución absolutoria.
Hace tiempo que Antonio Rey y su partido dieron por zanjado cumplidamente su programa electoral en Grado: el correspondiente a las elecciones de 2007, como el de 2011. No me refiero a los programas electorales que se editaron para pedir el voto ciudadano. Me refiero al plan B, el programa oculto del PP del que nunca se dio conocimiento en las campañas. Para sacar adelante dicho plan B, el Partido Popular obtuvo el apoyo incondicional de Aigras, la coalición electoral que dirige Patallo. ¿Cómo sino se hubiera puesto a la venta el servicio de aguas y adjudicarlo por un precio muy inferior al valor de las instalaciones y de los beneficios anuales que genera? ¿Cómo sino se entregan las piscinas gratuitamente a una empresa privada a la que se le otorga una subvención anual de 180.000 euros, corriendo a cargo del Ayuntamiento los gastos de luz, gasóleo y agua? ¿Cómo sino pudieron efectuar ventas de solares del patrimonio municipal? O el cerrojazo de la feria de muestras de Grado, sin que comerciante alguno la echase en falta. No ha sido ajena a todo esto la política condescendiente a Patallo.
Por otra parte, Patallo algo tendría que ver en los cambios copernicanos que experimentó la política del alcalde y de su partido. Quién no recuerda la oposición a ultranza de los populares a proyectos e iniciativas puestas en marcha durante los gobiernos de IU como el Polígono Industrial de La Cardosa, los viajes del Polígono de Peñaflor, el centro de iniciativa empresarial, la muralla de Grado, la sede del Camín Real de la Mesa en el Palacio Fontela, el campo de rugby o el solar del Charcón como centro comercial y aparcamiento en plantas.
Agotado el plan B y exhaustas las arcas municipales, el pragmatismo de la derecha hace su aparición en forma de papel higiénico de usar y tirar: la mercancía objeto de uso ha perdido vigencia y toca a su fin. La presencia de Patallo es una rémora para los populares.
Le reprocha Patallo a Antonio Rey ocultarse en su despacho a oscuras para evitar visitas ciudadanas incómodas. No estaría de más que el alcalde, al final de su jornada, encendiese la luz al estilo del abuelito del Pardo, el anterior jefe de Estado, como muestra de desvelo y centinela del bienestar de algunos ciudadanos moscones.
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