El cubo de Rubik
Al que más y al que menos nos suena el famoso rompecabezas inventado por el húngaro Ern Rubik (escultor y profesor de arquitectura). Esta figura geométrica, limitada por seis cuadrados iguales que, dividida a su vez por otros veintisiete, y adornada (tradicionalmente) en cada una de sus caras por los colores: amarillo, azul, blanco, naranja, rojo y verde, componen el cubo mágico. Unidas todas sus piezas por un mecanismo, que permite la permutación independiente de cada una de ellas, se convierte en la clave para conseguir la solución al juego. O sea, que en cada uno de sus lados aparezca el mismo color. Explicarlo no es nada fácil, pero es más difícil resolverlo en la práctica.
Se adivinan en este tipo de retos, la capacidad mental que demuestran las personas, ante situaciones que exigen una coordinación integral acertada.
Este juego me recuerda, lo difícil que es dar con las personas idóneas, que sean capaces de elegir esos colores adecuados para cada una de las caras que presentan los graves problemas que nos acucian. ¿Serán las personas que dirigen hoy nuestro destino, capaces de poner cada color en su sitio? O por el contrario, cada vez que dan un giro en el cubo, menos aciertan en poner cada tonalidad donde corresponde. Siguiendo con el ejemplo, todos a su vez hemos de aprender a manejar también otro tipo de figuras geométricas (dígase la de la urna electoral, por ejemplo) y saber dar el valor a cada movimiento de papeleta elegida.
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