La calidad del contenido
El descrédito general e indiscriminado de las organizaciones políticas, sindicales, judiciales o empresariales, ¿conduce a la transformación cabal y fructífera de una sociedad? Si los gestores de un hospital cometen irregularidades y/o actividades delictivas en el desarrollo de su profesión, ¿se pone en duda la necesidad de las estructuras sanitarias? Los problemas no parecen residir en las instituciones, sino el abuso y mal uso que, por diversos factores, se lleva a cabo de las mismas. Si hay países europeos con políticos, asesores, administraciones de ámbito regional y local, porcentajes de afiliación sindical superiores al 70% y amplias redes de servicios públicos, cuyos índices en materia de empleo, educación, conflictividad laboral y bienestar colectivo provocan admiración y sana envidia en estas latitudes, ¿no deberíamos situarnos ante el espejo y echar una mirada escrutadora y honesta? Es importante mejorar la forma del envase, pero más aún la calidad del contenido, es decir, la conducta y los valores sociales. Como indica el dicho, aunque la mona se vista de seda, mona se queda.
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