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Horizonte de cambios

11 de Mayo del 2013 - Pedro Bengoechea Garín

Nadie pone en duda que España estaba y está necesitada, en múltiples ámbitos, de profundas reformas y cambios. Y no exclusivamente en el área económico-financiera, como de forma obsesiva se pretende hacernos creer, sino también mucho más allá de ese marco limitado y material, en otras magnitudes superiores de la dimensión ética y moral del hombre, donde encuentran la verdadera significación nuestros actos.

Subtítulo: La crisis de los valores morales y de los derechos humanos

Destacado: No conviene olvidar que los cambios materiales han de dejar paso a los cambios en el orden de los derechos individuales complementados con la idea de los deberes en los ordenamientos jurídicos

Si grave es la crisis económica que padecemos, es mucho más crítica y preocupante la perspectiva que ofrecen los valores morales y derechos humanos, de los que el más fundamental es el derecho a la vida, que no sólo pertenecen al hombre por «naturaleza» sino que sustentan su identidad personal y constituyen el fundamento de su dignidad como ser humano racional.

Los enemigos más poderosos del hombre contemporáneo no son precisamente la falta del poder adquisitivo y la escasez de recursos materiales que lo extorsionan, sino aquellos otros que vacían a la persona de los auténticos valores e ideales que realzan su excelencia impidiendo hacer el bien o ser útil a sus semejantes, despojándolo del verdadero significado de su vida y sumiéndolo en el tedio o la desesperación más exasperante. Precisamente los individuos más insatisfechos son aquellos que poseen de todo pero que carecen de lo más importante en sus vidas: el reencuentro consigo mismos y con los demás. Para ello es necesario reprogramar nuevos itinerarios que reconduzcan a la meta deseada, la ejercitación en comportamientos de mayor justicia y solidaridad, la abstención firme de lo que nos corrompe y destruye, la asunción generosa de aquello que nos enaltece y beneficia: actuaciones marcadas por la honestidad, la verdad y la transparencia. He ahí los primeros pasos hacia una verdadera regeneración moral de la persona y de la sociedad. El prerrequisito imprescindible para ello es el cambio, la transformación personal y estructural, individual e institucional en cualquier ámbito o realidad humana o social. Que no sea precisamente el cambio por el cambio, sino aquel que se realiza con un propósito o finalidad determinada: alcanzar el bien común de todos los españoles.

Cambios ha habido y muchos desde el 20 de noviembre de 2011, con un nuevo Gobierno, partido político y legislatura, casi todos ellos de índole económica, y con unos resultados todavía inciertos, escasos y de poca credibilidad, que han generado descontento, protestas, movilizaciones, incluso alteraciones del orden público, por parte de la ciudadanía.

Pero no todo ha de ser desesperanza y desilusión. La tarea que tenemos por delante es ingente, ardua y muy sacrificada, en la que estamos obligados a bregar sin desfallecer y siempre bien pertrechados de mucha paciencia y no menor perseverancia en la lucha de cada día. No conviene olvidar que los cambios materiales han de dejar paso a los cambios en el orden de los derechos individuales complementados con la idea de los deberes en los ordenamientos jurídicos. El derecho a la vida ha de ocupar nuestra máxima preocupación, tanto a título individual como a nivel social. Como asegura Benedicto XVI, la sacralidad de la vida y su inviolabilidad no es un problema menor hoy en día. No hay homicidios pequeños. En las reflexiones sobre el aborto, cuya ley se pretende modificar en breve, no pueden omitirse consideraciones de primer orden, como la de la libertad individual y el derecho a la vida, la de la justicia como fundamento del ordenamiento jurídico o la de la dignidad humana como realidad de superación del aborto, por citar sólo algunas de ellas. Lo cual exige una exposición monográfica de todo de ello en una próxima ocasión.

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