Banesto, año CXI
Emilio Botín III hace un guiño a la historia y clausura precisamente el Banco Español de Crédito en el día del 111.º aniversario de su fundación, siendo absorbido por su antiguo competidor, el Banco de Santander.
Mi felicitación para don Javier Cuartas por el reportaje de «Asturama» del pasado día 26 en LA NUEVA ESPAÑA –y por los otros anteriores, que merece la pena repasar sobre la historia bancaria asturiana y sus protagonistas– acerca del cierre de Banesto. Es excelente en la aportación de los datos históricos del banco, su evolución y la enorme influencia y proyección que tuvo en Asturias; en gran parte debido a la pujanza industrial habida en la región tras la Guerra Civil y la implicación en el despegue económico español de importantes familias industriales asturianas en los siguientes cuarenta años. Una gran familia aristocrática, monárquica, permanente en el consejo de administración, como los Gómez Acebo, está presente desde el inicio en Banesto, Luis Gómez Acebo –duque de Badajoz– emparentaría con la Casa Real por su matrimonio con la Infanta doña Pilar de Borbón; cultivó una gran amistad con los Thyssen y los Rothschild y actualmente también ha emparentado con los Botín. No podemos olvidarnos de su amigo presente en la «gran banca española», el soriano Epifanio Ridruejo Batija. Con anterioridad, de la misma noble familia de banqueros Gómez Acebo se encuentran el marqués de Cortina, el duque de Estrada y los Estrada Duque y el marqués de la Delitosa. Empresarios y banqueros de sagas asturianas en el consejo de administración fueron Inocencio Figaredo Sela, Luis Sela Figaredo, Pedro Masaveu Peterson, Vicente Figaredo de la Mora, Jacobo Argüelles Salaverría y Jaime Armada Argüelles, presidente de la extinta aseguradora La Unión y el Fénix Español, que llegó a la vicepresidencia del consejo –también fue embajador de España en Washington.
El nombre comercial de Banesto se refiere al acrónimo del propio banco que comenzó a utilizarse en Correos como casilla telegráfica y de teletipo al igual que otros del mismo tipo como Bancaya, Bansander, Bancobao, Hispamer, ya que hasta bien entrada la década de los setenta no se introdujo la novísima informatización en las entidades financieras con firmas, entonces de vanguardia tecnológica, americanas como NCR o IBM, hoy ya también desaparecidas. Finalmente, aquellas siglas para la correspondencia hicieron nombre comercial. En las comunicaciones ni se contaba con fax ni e-mail, ni por supuesto no se implantó en Banesto internet e intranet hasta la designación del banco como el oficial para los Juegos Olímpicos de Barcelona-92, que supuso la más importante modernización en lo que hasta entonces se conocía como «teleproceso». En una reunión con directivos Mario Conde afirmó que el papel en forma de impresos que utilizaba la red del banco tenía el mismo volumen que ocupaba el estadio Santiago Bernabeu (para 2.600 sucursales y 29.000 empleados). Cuando comencé a trabajar en el banco en 1975 en Gijón la oficina de Banesto contaba con 119 empleados, hoy sólo 8 empleos. La sucursal de Gijón ha pertenecido al Banco Gijonés de Crédito integrado en el año 1932; durante la Guerra Civil sirvió como «checa» anarcosocialista.
Banesto tuvo una importante implantación comercial entre la emigración española en Europa y Sudamérica, con delegaciones en prácticamente todo el mundo, Marruecos, Oriente Medio, etcétera, con la virtualidad de canalizar también la financiación y el retorno de divisas de la exportación española. Y también cosechó un gran éxito en su expansión por toda la España rural, la productora de cereal, vino, olivo, lácteos y cárnicos, prácticamente sus sucursales ocuparon la totalidad del territorio, en algunos lugares se asoció a pequeños bancos familiares como el Álvarez Castelao de Siero, el Trelles de Luarca o el Abel Matutes de Ibiza –Abel Matutes fue comisario europeo en representación de España y ministro de Asuntos Exteriores; otro Abel Matutes está ahora en el consejo del Santander–. El turismo también fue un sector prioritario, en el que se invirtió y desarrollaron cuantiosos proyectos. Pero siempre fue el sector industrial en el que tuvo más participaciones –el embrión de los fundadores franceses había sido la Sociedad de Ferrocarriles del Norte de España–. Desde el paso por el consejo de López de Letona –el hombre del Opus Dei que había sido gobernador del Banco de España– hasta la llegada de Juan Abelló y Mario Conde, que separó la corporación industrial en la crisis socialista de Solchaga, fue la obsolescencia de esas inversiones la que arruinó el banco. Y lo que son las cosas, ahora mismo tenemos otra vez a Solchaga en Asturias cerrando Duro Felguera.
José María Aguirre Gonzalo, que de jovencísimo ingeniero fue uno de los que construyeron el metro de Madrid en la época de Alfonso XIII, llega a la presidencia del banco y de la mano del consejero delegado Pablo Garnica y Mansi establece en Medina del Campo un centro de descuento de papel comercial, o sea, el tratamiento informatizado de las letras de cambio, en recuerdo que fue en esa villa vallisoletana –durante sus mercados– donde se inventó ese instrumento financiero. Con aquéllos trabajó como director general del área jurídica Landelino Lavilla Alsina, que llegó a presidente del Congreso de los Diputados en la Transición. Muchos nombres asturianos estuvieron en la alta dirección como directores generales, algunos de ellos fueron Eugenio Valdés Zarracina, José Antonio Junco –muchos años poderoso jefe de recurso humanos–, Javier Figaredo Alvargonzález, Francisco – «Pachi»– Artime Heres y Alonso Tejuca. Y ahora están en el Santander los hermanos Matías Rodríguez Inciarte –presidente de la Fundación Príncipe de Asturias, ex ministro de la Presidencia– vicepresidente–, y Juan, como consejero.
En el patrimonio de Banesto contó con valiosas obras de arte y, sobre todo, singulares y catalogados inmuebles en los que se establecieron sus oficinas, algunos de estos edificios consideramos como monumentales. El 2 de mayo serán del Banco de Santander.
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