Tahúres
No lo puedo evitar. Es imaginar al ministro De Guindos en cualquiera de las reuniones que mantiene con los popes de la economía europea o con ministros de la eurozona y acordarme de Amarillo Slim y su célebre consejo antes de una partida de poker: Mira alrededor de la mesa, si no ves al primo, es que el primo eres tú. Y en esa angustia que le acompaña, en cómo se afloja la corbata con esos tics inoportunos y esas gotitas exudadas en su cráneo, cada vez me recuerda más al personaje de Cicinatti Kid en aquella película que aquí se tituló El mejor. Para verlo mejor quizás deberíamos cambiar a Steve Mc Queen por Alfredo Landa, pero podemos dejar a Edward G. Robinson en el papel de cualquier ministro de finanzas europeo. Al encargado de nuestras economías la cosa cada vez se le pone más fea. No le entra una buena mano de cartas desde hace tiempo, sus amigos le están abandonando y ya no le van a dar más crédito, y no le quedan euros suficientes sobre la mesa ni para tirarse un farol. Y si alguna vez tiene jugada resulta que no va nadie. Ya conocen el percal. Pasaron por el aro cuándo nos entregaron fondos a cambio de desmantelar nuestra industria, arrasar nuestra costa e hipotecar nuestro futuro. Y vieron cómo lo despilfarramos en Ciudades del arte o del agua, palacios de congresos, auditorios o museos. (Baste como ejemplo que en la remota galia desde la que escribo hay más de 70). Las cantidades fueron tan desorbitadas que a las administraciones se les escapaba como agua entre las manos y los más listos de la clase se hicieron con el botín. Así, tenemos hoy en día una inagotable lista de imputados por distintos delitos: evasores fiscales, corruptos, malversadores, prevaricadores, traficantes de influencias, blanqueadores de capitales... Y alguno está en todas las listas. Con los bolsillos llenos y en libertad. Y además les gusta gastar lo que no es suyo. Con esta situación no nos debe extrañar que el único interesado en invertir en nuestro país y plantarse aquí con sus camperas sea el lardoso magnate de los casinos Shelman Anderson. En ningún otro lugar encontrara más dinero negro en manos de tahúres de tanto prestigio.
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