Doña Avelina
Dice una popular sevillana: «Algo se muere en el alma cuando un amigo se va». Y en este pasado mes de abril, el mes de la Feria de Sevilla, se nos fue Avelina, doña Avelina, como la seguíamos llamando sus alumnos.
Muchas generaciones de Ferrero, Viodo y Luanco tuvimos la gran suerte de que ella fuese nuestra maestra. Recordando aquellos años y su trayectoria profesional el sentimiento que brota espontáneo es el de la gratitud. Gratitud por el trabajo bien hecho, por su dedicación incondicional, por su permanente ilusión y ganas de seguir aprendiendo, por su afán de superación y, sobre todo, por el gran cariño que ponía en su trabajo.
Ella fue una mujer que supo defender sus ideas y sus valores, pero siempre lo hizo con capacidad de escucha y diálogo. Siempre paciente y comprensiva. Nunca se dejó llevar por su propio interés. En su trabajo hubo humanidad, cercanía, entrega, eso en lo que consiste el verdadero conocimiento, el que nunca dejará de ser necesario por más tecnologías que lleguen a nuestras aulas.
Nuestra maestra doña Avelina se fue, pero nos deja su mejor lección, la grandeza de su vida.
Descanse en paz.
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