La Nueva España » Cartas de los lectores » Tribuna » Clausuras conventuales para una obra de Antonio Oteiza

Clausuras conventuales para una obra de Antonio Oteiza

3 de Mayo del 2013 - Agustín Hevia Ballina

Acababa de leer la noticia en LA NUEVA ESPAÑA: «Un legado artístico para las monjas clarisas de Villaviciosa». El nombre del artista donante: Antonio Oteiza Embil, capuchino. El tema: una visión novedosa de Santa Clara de Asís y San Francisco, el Poverello. A averiguarlo me fui al convento de las Clarisas. Pasé al locutorio, ese como ventanal, por el que las clausuras monacales se abren a las noticias del mundo, a la comunicación con la vida exterior, con el tiempo y con la Historia.

Nervioso lo estaba yo, aguardando a que la madre abadesa desplegara ante mis ojos asombrados el contenido de la carpeta que tenía entre las manos: me era dado ver en primicia y analizar y hacer un estudio somero de los cartones que guardaba la misteriosa carpeta. Tratábase de una hermosa colección de bocetos sobre Santa Clara de Asís y San Francisco. Tan sencillos, tan humildes, tan cargados de esencias cristalinas como los harían imaginar las literaturas de Tomás de Celano, franciscano, poeta y músico.

Impulsado de casi místicos fervores, los pasaba y repasaba, dejando deslizarse bajo la caricia suave de mis dedos, aquellos cartones que el franciscano Oteiza, en febricitante ramalazo de misticismo, había dejado como grabados a cincel, para contemplarlos con otros ojos, con nuevos ojos, con ojos embebidos de ternura, impregnados de místicas contemplaciones, de celestiales efluvios, de humildades sin medida. Uno a uno hacía resbalar por entre mis dedos cada boceto, mirándolo y remirándolo, sumido en deleitosa contemplación. Me complacía ir releyendo al de Celano, en los expresionistas caracteres de la pintura del nuevo autor de lo que resultaba ser una nueva «Vida de San Francisco de Asís» o nueva «Crónica de Perugia» que tal se me representaban las pinturas del fraile capuchino, volviendo a dar vida al franciscanismo de los siglos. Releía con ojos ávidos de novedad aquellas visiones del franciscano Oteiza y las iba agrupando según su temática. Cuando dudaba, suplíame la madre abadesa, sor María Luisa, que ya estaba imbuida en los contenidos que para ojos legos –los míos– no resultaban transparentes.

Allí contemplaba yo la sacra Custodia irradiante de fuerza sobrenatural y la Hermana Clara poniendo freno a amenazantes invasores. Así, hasta cinco veces, con una Clara esfumándose y un «mi Señor en la Custodia», con la ciudad por dos veces salvada.

Subtítulo: Santa Clara de Asís y San Francisco, con nuevos ojos

Allí era de ver y no saciar nunca la mirada al «Hermano Francisco» regando la «planta» misteriosa, de la que brotaría, en mística eclosión, la «Hermana Clara», en que el nuevo contemplativo franciscano había querido simbolizar la entrega del hábito y la entrada en la clausura, con la profesión de los votos de la primera de las Clarisas, convertida, al fin, en cinco bocetos, en sublimidades de figuración de la vida franciscana.

Destaca después en sublime lectura la simbólica tonsura con que la «Hermana Clara» representa para las Hermanas extasiadas el desasimiento del mundo y la entrega a Dios, la más completa y definitiva. Allí leerás, con minuciosidades del más acendrado detalle, cómo los familiares intentan arrastrar a una Clara atada a místico altar, que es Cristo, todo luz, en una Porciúncula, que se desvanece entre perfiles de negra obscuridad. Dejábase allí atisbar a «Hermana Clara», entre las frondosas flores de celestial jardín, dando gracias a su Señor por cuanto para el humano disfrute ha creado. Allí es de ver también al místico espejo en que «Hermana Clara», en éxtasis de visión cuasi beatífica, sólo le es dado contemplar a Cristo, que la refleja a ella sublimemente cristificada.

Quiero destacarte el cuadro de la vida fraterna, en que frailes y monjas, inspirados todos por el espíritu franciscano, en plasticidades de colores diversos, expresan cómo no saben otra cosa que ser hermanos. Que se sientan y sean hermanos hacia adentro posiblemente resulte más fácil que el traslucirlo y hacerlo vida hacia fuera, hacia los pobres de este mundo, que, sin solución de continuidad, enlazan las pobrezas de la clausura con las pobrezas de los hermanos.

¿Cuáles serían los embriagadores versos que, en tensiones de amor a Cristo, recitan las Hermanas a las Hermanas, las monjas Clarisas a las Clarisas, en la revisión de la vida del convento y de la clausura? Podrás contemplar allí a la Hermana Clara, que redacta sus voluntades, no teniendo otra cosa para legarles que su pobreza y el ardiente espíritu que brota de la Porciúncula y en rasgo de humildad sublime leerás en la pintura la expresión beatífica de Hermano Francisco, en solicitud de consejo para sus frailes, demandado de Hermana Clara, que nos devolverá a un Hermano Francisco redivivo.

La expresión de Hermano Francisco muerto en la visión de las Hermanas desvela misterios inalcanzables para la humana criatura, mostrando el Camino, que es Cristo, para los Hermanos y las Hermanas. La visión del Papa, cuando confiere a Hermana Clara el privilegio de la pobreza, que las Hermanas Clarisas vivirán perennemente como el gran carisma a transmitir a todos los que, en el ámbito de las exterioridades del monasterio, somos sus hermanos. «Los obispos ven muerta a Clara» servirá como de colofón que se abre a la expansión de las hijas de Santa Clara, reflejando ya por fin, en mística coyunda, a Hermano Francisco y a Hermana Clara con Inés, su hermana del alma.

Tal es la visión que nos transmite esta colección de bocetos, con que el pintor Antonio Oteiza, ha roto la pobreza de las Hermanas Clarisas, regalándoles con esta nueva Vida de Santa Clara de Asís y del Glorioso San Francisco, el Poverello d’Assisi.

Cartas

Número de cartas: 45270

Número de cartas en Mayo: 114

Tribunas

Número de tribunas: 2045

Número de tribunas en Mayo: 7

Condiciones
Enviar carta por internet

Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.

» Formulario de envío.

Enviar carta por correo convencional

Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:

Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo
Buscador