Mariló Montero con Somalia
Dos de la tarde del lunes, enciendo por inercia el aparato esperando más noticias pesimistas.
Yo misma me había burlado de ella por alguna de sus meteduras de pata televisadas, y si escarbo en mi subconsciente está claro que era por pura envidia de morena.
Pero esta vez me he quedado paralizada frente a su cara guapa mientras ella ilustraba con imágenes la pesadilla de Somalia: Los cientos de miles de muertos por hambre allí, como en todo el Cuerno de Africa incluyendo Etiopía, no hacen ruido al agonizar. Los preciosos ojos de muchos de aquellos niños se apagan opacos con la hambruna y no se llega a revertir su deshidratación terminal por falta de medios.
Por ejemplo "Médicos Sin Fronteras" no alcanza a inmunizar a todos aquellos bebés que por mucho menos de 1 euro por dosis de vacunas salvarían sus vidas inocentes, a pesar del arduo trabajo que allí desarrollan los cooperantes con riesgo para su propia integridad.
Son muchos los que sobrepasan el umbral de la pobreza en el Primer Mundo en los últimos tiempos, pero aquí en lo posible se coordinan Bancos de Alimentos, Cáritas y muchas otras ONG para hacer llegar la ayuda a nuestros vecinos necesitados, y sabemos de forma inmediata que reciben esos artículos de primera necesidad. Lo terrible allí es que, en palabras de la bella por dentro y por fuera Mariló Montero, "los árboles que mueren en medio de un frondoso bosque no hacen ruido, nadie los oye morir".
En una ocasión en que le explicaba a un precioso parvulito de 5 años las bondades de las verduras sin resultado positivo, se me ocurrió ilustrar la batalla culinaria diaria con unas fotos de niños desnutridos del Tercer Mundo, maldita la hora: El niño me apostilló un "¿ves?, tampoco les gustan las verduras y por eso no comen..."
Hoy siento vergüenza. Y más al contemplar escenas con invitados africanos, incluida reina consorte marroquí, en la coronación del nuevo rey de Holanda que publica un famoso semanario. Yo misma he comprado la revista muchas veces, no lo niego: Esos 2 euros a la semana sumados a mis 2 cafés de 50 céntimos casi diarios en la máquina del trabajo, más otros 10 euros de la paga mensual de aquel niño hoy prácticamente vegetariano, irán a parar cada mes a una ONG de aquí y de allí, y desde esta amable tribuna invito a todos los lectores de buena voluntad que me estén escuchando a que prueben en la medida de sus posibilidades a experimentar algo parecido.
Mis disculpas si alguien ve tintes de frivolidad en esta confesión. Yo no duermo mejor.
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