A mis compañeros de Correos
El pasado 27 de abril, y con motivo de mi jubilación en Correos, un grupo, yo diría que importante para mí, no sólo por el número, sino también por su calidad y por los valores humanos de todos ellos, me hicieron una comida de despedida en un restaurante de Oviedo.
Ni merecido, ni tampoco esperado era este evento para mí, al cual acudí como era mi obligación, una vez que se me comunica y con antelación, en lugar, la fecha y hora del mismo... se trataba de un almuerzo al que asistieron varias decenas de compañeros y algunos más que por razones diversas no pudieron hacerlo, pero sí colaboraron (según los organizadores) en la parte económica para la adquisición de regalos que se me entregan en dicho acto.
Quiero aclarar que son todos compañeros de la escala auxiliar C. R. y que tienen su centro de trabajo en Oviedo ciudad, así como varios jubilados con los que volvimos a reencontrarnos y recordar viejos tiempos.
El motivo de esta carta es darles a todos ellos las gracias, no sólo por su comportamiento, su actitud y su amistad durante todos estos años, sino por verlos también como referente para futuras generaciones, desde la óptica de uno que se va que se jubila.
Durante todos estos años, el respeto entre nosotros, el mismo trabajo, la convivencia diaria, el cumplimiento de horarios y aquel propósito de ir superándose y hacer mejor las cosas cada jornada iba todo ello fraguando y al final muchos de aquellos compañeros que te tocan un día sin poder tú elegirlos terminan siendo tus amigos, y a los amigos se les quiere, a los amigos se les aprecia, a los amigos no se les puede olvidar. Gracias, una vez más, compañeros (quiero decir, amigos).
Me emocionaron también aquellas anécdotas en los labios y en la voz de Kike (verídicas en gran parte), haciendo también un repaso-resumen de mi vida (como pudisteis ver, sencilla, hogareña, si acaso un poco aventurera en mi juventud, universitaria también), pero llena de sacrificio, de superaciones, de trabajo y, ¿por qué no?, de ilusiones...
Todo esto quedaba muy bien resumido en aquel cuadro que me regalasteis, donde aparecían instantáneas diferentes de mi vida, gracias a la informática y el montaje de fotos, donde encima de hombros inanimados aparecía mi cabeza, mi rostro sin arrugas y en él casi siempre una sonrisa...
Al final, aprovechando que ya estaba el cava en la mesa, quise improvisar unas palabras, me salieron muy pocas..., la emoción se apoderó de mí..., lo intenté..., no lo conseguí..., al fin y al cabo uno que es previsor tenía fuerzas reservadas para daros un abrazo a todos e incluso repetirlo y con voz entrecortada, una expresión que hoy vuelvo a repetir: «Gracias, amigos».
No quisiera olvidar la labor llevada a cabo, según me consta, de Enrique Mon, cerebro de este evento y de otros ya pasados y posiblemente venideros, a él le encomiendo la tarea de haceros llegar mi gratitud desde estas páginas y valoro todo su trabajo, así como aquellas páginas que leyó y que recordaré siempre.
Un adiós, un hasta luego, un hasta siempre a todos vosotros.
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