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Mentiras en torno a la Escuela Infantil de la Universidad

11 de Mayo del 2013 - Félix Fernández de Castro (Oviedo)

Dentro de dos meses, la Universidad de Oviedo tendrá el dudoso honor de ser la primera de toda España que cierra su Escuela Infantil. En el territorio nacional hay una treintena de centros como este, abierto hace 24 años, y su número no ha hecho más que aumentar, para tratar de conciliar la vida familiar y laboral de trabajadores y estudiantes. Aquí, al contrario, el rector, Vicente Gotor, presume de haberla cerrado, tratando de hacer creer que se ahorra 300.000 euros, apenas el 0,2% del presupuesto. Mientras, la gente, universitaria o no, calla o aplaude.

Los que fuimos, somos o deseábamos ser usuarios de esta guardería no damos crédito al silencio cobarde con el que se pretende poner fin a la Escuela Infantil Valdés Salas. Y como no lo entendemos, nos volvemos a preguntar qué sucede, qué es lo que está fallando, y acabamos contestándonos que quizá alrededor de la Escuela Infantil se hayan levantado demasiadas cortinas de humo como para que ahora nadie se preocupe por el cierre de una escuela de cero a tres años.

Las escuelas no se pueden cerrar. Tampoco los hospitales o las Universidades. El cierre de una escuela, máxime cuando tiene demanda y listas de espera como era el caso, es inadmisible en cualquier tiempo y en cualquier lugar del mundo. Que quien se propone acabar con la que hoy nos preocupa sea el máximo responsable de una institución pública consagrada a la educación, a la difusión del conocimiento y al progreso de la sociedad es ya un absurdo imposible de entender.

La idea de cerrar la Escuela Infantil Valdés Salas no es nueva. Anteriores gestores universitarios la habían puesto ya en el punto de mira, ignorantes de los réditos que un servicio como este puede ofrecer a toda la comunidad. Pero fue el anterior gerente, hoy apartado de su cargo por su presunta vinculación con una trama de corrupción, el que hizo del cierre de la Escuela Infantil una cuestión personal. Y aunque finalmente ha sido destituido, puede estar satisfecho de haberse llevado consigo la Escuela, como pretendía.

Él decía, y el rector todavía lo repite, que la Escuela Infantil no es rentable. Sin embargo, nunca mostraron las cuentas del centro. Los usuarios del servicio, preocupados por su mantenimiento, sí nos preocupamos de conocer sus balances y de ofrecer soluciones. Fruto de esta acción es el Plan de Viabilidad Económica y Social que presentamos al rector el año pasado. En él se clarifican cuestiones como que el pago de las cuotas por parte de los padres y las madres cubre los gastos de funcionamiento del centro. Sí, porque la Escuela Infantil de la Universidad no es gratis. Al revés, cuesta a los padres lo que casi todas las guarderías. Y en ese documento también se ofrecían soluciones: Desde la privatización total del servicio en las mismas instalaciones como mal menor para salvar la Escuela, hasta convertir el centro en un verdadero Laboratorio Pedagógico de referencia donde se elaboren las directrices en materia educativa de cero a tres años para toda Asturias. Un lugar donde, de la mano del Principado, se podría obtener inversión privada, patrocinio, desarrollar investigación y desarrollo. ¿Qué hizo el rector ante las propuestas del Ampa? Aparentemente, meterlas en un cajón. Esa es su gestión eficaz, un modelo de respuesta del que todos los patrocinadores de la institución académica deberían tomar nota.

Es que no hay dinero para nada, llora el rector, y hay que defender los puestos de los docentes antes que un servicio de guardería. La disyuntiva es falsa y perversa. ¿Por qué tiene que mantener la Universidad un equipo de fútbol semiprofesional antes que una guardería? ¿Y un equipo de baloncesto femenino? ¿Y unas piscinas? ¿Tres saunas? ¿Y un ciclo de cine o una programación de música? Lo hace porque la Universidad trata de que la sociedad mejore a través del conocimiento en todos sus aspectos. No debe, si no quiere convertirse en pieza prescindible en estos tiempos urgentes y extremos, renunciar al deporte no competitivo ni al arte. Ni mucho menos a los primeros años de formación de los hijos de sus trabajadores y estudiantes.

También se ha argumentado que como no hay Escuela Infantil en los campus de Gijón y de Mieres, esta es discriminatoria. Y nosotros respondemos lo mismo que dice el Plan de Igualdad de la Universidad aprobado en enero, que pongan en marcha otras allí. O, en la literalidad de ese documento, que se «incrementen, mejoren o establezcan en todas las sedes de la Universidad servicios de cuidado, como guarderías, y centros de educación infantil». Igualar por abajo, si ese es el consuelo, es un consuelo de tontos.

Así que, en conclusión, si no es un problema de localismos mal entendidos, si es posible gestionarla con beneficios y si coincidimos en que no es materia ajena a la Universidad, ¿por qué quieren cerrar la Escuela Infantil? No hay motivos, hay cerrazón y barbarie. Nada de lo que un universitario pueda alegrarse.

Félix Fernández de Castro, Sergio Llana Funez, Ángel Espiniella, Francisco José Jimeno Demuth, Jesús Neira Piñeiro, María Miláns del Bosch, Xose S. Puente, Mónica Ordiz, Dimas Bayón, Javier Fernández Teruelo, Oviedo

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