Un mundo sin rumbo
Llevamos años observando cómo los líderes políticos no quieren entender nada. Ni están, ni se les espera. La crisis ahoga y no suelta. Ya no tenemos tiempo, hemos de evocar ciertos valores perdidos. Nuestro déficit democrático es grande. Democracia quiere decir gobierno del pueblo y por el pueblo. Aquí sólo hay voto una vez cada cuatro años, condicionado por la manipulación mediática más que por la educación. Realmente resulta sorprendente que somos capaces de protestar la mayor tontería del mundo e incapaces de luchar por defender nuestros derechos. Estamos aturdidos viendo cómo los días se desploman en silencio. Estamos abandonando la educación, la investigación, la cultura, el arte y la transmisión del conocimiento. Estamos construyendo entre todos un mundo inhabitable. Un mundo que se olvida de los más débiles para proteger a poderosos y corruptos. Un mundo donde se cierran bibliotecas, escuelas de arte, de música y centros culturales. Un mundo donde acabaremos comiéndonos unos a otros, en definitiva, un mundo sin rumbo. ¿Realmente queremos vivir en un mundo así? Yo diría que no, pero aquí seguimos silbando a la luna como el perro «Pluto», esperando que la luna brille. ¡Qué ingenuos!
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