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Riopedre el Salomón

6 de Junio del 2009 - María Fernández Rico (Villar, Luarca)

Confundida, turbada, perpleja, asombrada, dormida, soñando, incrédula, estupefacta, decepcionada, frustrada, ¡no sé cómo debo sentirme! Así es como me ha dejado la Consejería de Educación que dirige el incombustible Iglesias Riopedre.

Tengo 35 años, nací y vivo en Luarca y trabajo en La Caridad (El Franco). Tras un dificultoso embarazo y un arriesgado parto alumbré sin que se hubieran cumplido aún los siete meses de mi embarazo a un hermoso hijo, Juan, que es, como no podía ser de otra manera, quien marca mi rumbo y quien alegra mis horas.

En octubre Juan cumplirá 3 años y ha de comenzar su escolarización. Vivimos en Villar (Luarca); de la puerta de nuestro hogar al acceso del Colegio Ramón Muñoz hay apenas 300 metros. Hace unas semanas presento como es preceptivo la preinscripción en este centro y sucede lo que voy a tratar de explicar: existen 31 solicitudes y tan sólo se admiten 25 alumnos. Quedan por tanto excluidos seis. Uno de ellos es mi hijo: Juan García Fernández. Los motivos expuestos por el centro son que la Consejería de Educación da al centro la solución salomónica de admitir como tope máximo para las dos aulas la cifra real de 12,5 alumnos por aula. No parece muy coherente.

Probablemente la ley ampara tal medida, pero con todo lo legal que sea, no concibo creer que sea justa. No soy capaz de explicarme la razón que guía a la Consejería para decir que se admiten 25 y no 26 ¿por qué no se admiten 28? ¿O por qué no los 31 interesados?

Es posible que esté equivocada, pero creo que la legislación actual nos otorga el derecho de elegir el centro educativo de nuestros hijos y que además uno de los criterios a seguir para la selección, caso de ser necesaria, es la de la proximidad del centro.

También tengo entendido que existe algún tipo de ley que permite conciliar la vida laboral de los padres, en especial de las madres, con la escolarización de los hijos. Si no consigo que mi hijo asista al Colegio Ramón Muñoz es posible que me vea abocada a dejar mi trabajo.

La no admisión de mi hijo en el Colegio Ramón Muñoz supone dos alternativas para su escolarización: llevarlo al C. P. Padre Galo, lo que implica subir y bajar diariamente a mi hijo por La Carril, kilómetro y medio de pendiente severísima, imposible para un niño solo, aún sin cumplir los 3 años, llevar a cabo tal trayecto. Otra solución es acudir al que aquí llamamos "colegio de las monjas". No quiero ni suponer, que en el fondo, lo que se persigue desde la Consejería sea precisamente eso, potenciar la enseñanza subvencionada en detrimento de la enseñanza pública.

Gracias, Riopedre, me has dado una lección de las que sólo la vida y los años otorgan. Espero y deseo que pases tantas noches sin dormir como horas me has quitado a mí de sueño.

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