A vueltas con el palacio de Calatrava
El sábado, 30 de abril de 2011, el diario LA NUEVA ESPAÑA daba la primera noticia de que el palacio de Calatrava, instalado en la parcela de Buenavista, en Oviedo, no podría poner en marcha el mecanismo de elevación de la visera móvil que, con un coste astronómico, se utilizó como argumento publicitario de esta obra faraónica llamada, según algunos, a ser una referencia de la ciudad. Un día después, en el mismo diario, se confirmó que la empresa promotora del citado palacio, Jovellanos XXI, ante las dificultades para poner en marcha el artilugio, estaba estudiando dejar fija, de forma definitiva, la citada visera, eliminando, de esta forma, el más singular de todos los elementos que constituyen este complejo, y enterrando con ello una buena partida de millones de euros, quedando, a partir de esa fecha, no solo como una mole de acero discrepante con su entorno, sino también como un auténtico monumento al despilfarro; uno más de los muchos a los que nos ha llevado la megalomanía de los políticos de esta tierra y de este país.
Pasados más de dos años, cuando ya la polémica del sonado fiasco del palacio de Calatrava había dejado de ser el tema de conversación en la calle, vuelve de nuevo a la actualidad con ocasión del litigio judicial que mantienen el autor del proyecto y la empresa promotora. El asunto no tendría más relevancia que la que se derive de las responsabilidades que se atribuyan en la sentencia a cada una de las partes, si no fuera por las sorprendentes declaraciones del arquitecto en un supuesto intento de salvar su imagen. El tratar de verter sobre Jovellanos XXI la hipótesis de una falta de interés en que la obra se finalizara con éxito, dando prioridad a la terminación de los trabajos por razón de un acto electoral, culpándoles de la inmovilidad de la visera, no es fácilmente asumible ni creíble, y afirmar que los soldadores no daban la talla, poniendo en tela de juicio la honestidad de unos profesionales que, necesariamente, tuvieron que pasar por las pruebas de homologación preceptivas, no es ético ni digno de alguien que, además, tenía la responsabilidad de la dirección de la obra, y, como consecuencia, de su supervisión.
Dado que es un hecho que la estrella del arquitecto Santiago Calatrava, por los diversos fracasos que está cosechando en muchos de los megaproyectos que ha llevado a cabo, se está paulatinamente apagando, si es que quiere salvar la cara con este de Oviedo, y dice ahora que tiene un proyecto para hacer reversible la inmovilidad de la visera de su controvertido palacio, que lo haga, y, por supuesto, que lo haga ya; pero, eso sí, sin que nos cueste un euro más a los contribuyentes.
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