Ana González y la parodia del reconocimiento a la docencia
Finalmente la señora consejera de Educación, Ana González, cursa invitación a todo el personal dependiente de esa administración que a lo largo de los dos últimos años pasaron a situación jubilar; algunos, por desgracia, a mejor vida. Para estos últimos llega tarde el reconocimiento público, aunque, en honor a la verdad, las culpas en el asunto que nos concierne quedan diluidas entre la casi totalidad de nuestra bien amada y nunca bien ponderada casta política.
Reconoce doña Ana en el comunicado epistolar la consagración vital que esta profesión tiene para aquellos que así la entienden y el papel esencial de la educación en el desarrollo integral de personas y sociedades. Una vez más se pone de manifiesto el aguante de una hoja en blanco cuando es mancillada por la verborrea política.
Palabras huecas, teatralidad literaria, discurso vacuo, es, en esencia, el tufillo que desprende una redacción poco cuidadosa, quizás por el mal consejo de las prisas. Si algo consiguió consciente o involuntariamente la casta en general, pero en cualquier caso ganada a pulso, es la escasa credibilidad que tienen sus manifestaciones, mucho menos si, como es el caso, vienen precedidas de actuaciones políticas que niegan el contenido expresado.
De poco sirven las declaraciones públicas de reconocimiento si no vienen avaladas por prácticas políticas coherentes. En los últimos meses hemos visto cómo un gobierno que entre sus siglas lleva el término socialista pretendía recortes en educación, después retirados gracias a la presión ejercida en la calle y en los medios, a costa del personal laboralmente más sensible por su condición de interino. Medida agravante y discriminatoria ya que ésta no alcanzaba al profesorado interino de las enseñanzas concertadas y de la asignatura de religión. El despropósito, por sí mismo, ya indica el pelaje de que está hecho el socialismo asturiano, máxime si tenemos en cuenta que comunidades limítrofes con la nuestra gobernadas por la derecha conservadora ni siquiera como globo-sonda se atrevieron a mencionarla.
Y ya, volviendo la memoria al pasado, recordemos la injusticia que supone mantener a una parte del profesorado fuera de la carrera docente, cuando todos en la Junta del Principado son conscientes de que la consulta profesional hecha en su día careció de cualquier principio jurídico. Éste es uno de los muertos que se dejaron dentro del armario el señor Areces y su mano ejecutora Ana Rosa Migoya y para el que aún no encontraron sepultura Javier Fernández y esta otra Ana, pastiches ambos de sus predecesores solamente actualizados en lo físico.
Por todo esto y otras consideraciones que ahora no quiero mencionar, me veo obligado a rechazar públicamente su invitación.
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