La Europa del conocimiento, aplastada contra el suelo
Las civilizaciones son fruto de la siembra realizada al transmitir sus logros. Si no ha habido logros o no se han sabido transmitir: fracasan. Ciertamente Europa ha puesto muchos fondos para transmitirlos, pero el fracaso es un hecho. Los logros deben transmitirse continuamente a la misma generación si se quieren rentabilizar para no fracasar. La Europa del conocimiento fracasa y el fracaso va a ser aún más sonado que el financiero que padecemos, y por las mismas causas: ausencia de control e integración europea. No se ha sabido aplicar el Marco Europeo de Cualificaciones para el aprendizaje permanente para activar una sociedad creativa. Si se observase la realidad a través de dicho marco, se verían dos dimensiones principales que se relacionan para lograr productividad y competitividad: el nivel formativo inicial, y la empleabilidad o formación permanente ocupacional. Si establecemos dos ejes ortogonales con ambas, se forman cuatro campos lógicos: en ordenadas: «no-universitario» y «universitario»; y en abscisas: «no-empleabilidad» y «empleabilidad».
En la dimensión de la empleabilidad para el campo «no-universitario», vemos que para la «no-empleabilidad», o formación profesional inicial, existen: el (nivel 1) de la preparación o aprendiz de una familia profesional (aprendiz de la construcción) y el (nivel 2) o grado medio propio de la familia profesional, para ejercer como ayudante de cualquiera de las ocupaciones de tal familia profesional (como ayudante de albañil). Pasados al campo de la «empleabilidad» están los postgrados de: (nivel 3) para una ocupación media (albañil), y el (nivel 4) de la excelencia ocupacional adquirida por la experiencia (albañil de primera). Si pasamos ahora al campo «universitario» o plan de Bolonia, vemos que para la «no-empleabilidad» o formación universitaria inicial existen: el (nivel 5) de preparación al grado universitario o ciclo corto, que posibilita el ser técnico de una familia profesional (técnico de la construcción), y el (nivel 6) que es el propio grado universitario en la familia profesional o 1º ciclo, que permite ejercer como ayudante técnico de una ocupación superior de la familia profesional (arquitecto técnico o aparejador). Ya en el campo de la «empleabilidad» vemos los postgrados de: (nivel 7) postgrado para la ocupación superior (arquitecto) o 2º ciclo, y, por último, el (nivel 8) o 3º ciclo de excelencia adquirida con la experiencia en la empresa, tras ser contratado para investigar con supervisión de la Universidad (Doctor arquitecto).
No es difícil comprender el modelo de taxonomía de estos ocho niveles que giran en torno a una «ocupación media» de un nivel 3 y a una «ocupación superior» de nivel 7, generando las figuras profesionales, que son a la vez ocupaciones de los sectores productivos: aprendiz, ayudante ocupación media, ocupación media, ocupación de 1ª, técnico, ocupación técnica, ocupación superior o máster, y doctorado o excelencia. Por tanto, es inexcusable la incalificable arrogancia mostrada por la estructuración formativa en España que no admite estos ocho niveles profesionales del Marco Europeo de Cualificaciones para el aprendizaje permanente. Además, la estructura formativa debe establecerse de forma que las miles de ocupaciones de la empleabilidad (Catálogo Nacional de Ocupaciones CNO) engranen todas con tales niveles y se establezcan para cada una de ellas itinerarios formativos ocupacionales. Por tanto, es obvio que deben existir los contenidos formativos para enseñar todas esas destrezas: tanto las cognitivas como las prácticas. Contenidos que aún no existen sobre un soporte formal, ni están desarrollados metodológicamente. Además, debe tenerse en cuenta que las ocupaciones también se escalonan en: genéricas (mecánico de mantenimiento); específicas tecnológicas (mecánico mantenimiento oleohidráulico); específicas sectoriales (mecánico mantenimiento siderometalúrgico); específicas herramentales (mecánico de prensas de gran tonelaje y troqueles); pudiendo incluso las empresas llegar a demandar en sus ofertas de empleo la especificidad de un sector, marca, modelo, o método productivo. Así que seguimos sin tener un marco para conseguir logros y transmitirlos a la empleabilidad del capital humano que da competitividad a un país. Pero la situación es aún más grave: se están perdiendo contenidos antiguos de destrezas tecnológicas sin haber desarrollado los contenidos de las novedades en constante aparición. Para colmo, no se enseña a aprender, sino a tener en cuenta datos generales. No invertimos en futuro, ni frenamos el desastre. La Europa del conocimiento está aplastada contra el suelo, no se reconoce lo obvio y primario, para establecer un marco de referencia válido para emprender el vuelo.
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