Todos somos llamados por Dios
No me habéis elegido vosotros a Mí, sino Yo os elegí a vosotros, y os he destinado para que vayais y deis fruto (Juan 15, versículos 16-17).
No podemos creer en las promesas que nos hacen los hombres, sabiendo lo numerosas que han sido las prometidas que no se han cumplido hasta hoy. Pero sí podemos creer las que han salido de la boca de un hombre que entre dos proposiciones contrarias ha preferido el martirio más sangriento y cruel antes de faltar a la verdad y a las promesas que nos había hecho: Pasarán el cielo y la tierra pero mis palabras no pasarán (Lucas 21, 29-33). Si no fuerais del mundo el mundo os odiará como me odiaron a Mí (Juan 15, 19), y no quiera ser el discípulo más que su Maestro (Lucas 6, 40).
Desde el principio del cristianismo hasta el día de hoy no hemos dejado de ver el odio o aversión a los cristianos y a la Iglesia en general. Los cristianos que han sido torturados y los mártires se cuentan por millones, y podemos decir que a nadie se le guarda rencor; testificado ha sido por los que han pedido el perdón de Dios para los verdugos que los llevaban al martirio, y queriendo hacer el peor de los males, los han convertido en bienaventurados, y los han subido a los altares y al cielo que esperaban. Que la Iglesia ha dejado mucho que desear en los siglos pasados, todos lo sabemos, y que algunos Papas han pedido perdón por nuestros errores, también lo podemos recordar.
Jesucristo ha dejado con nosotros el Espíritu Santo para darnos luz y mostrarnos la necesidad que existe en el mundo de hacernos instrumentos de Dios todos los seglares que practicamos la religión católica. Y que ningún seglar me diga que él no sirve para ser ese instrumento, pues para eso hasta los perros y gatos sirven. Sólo un ejemplo. Cuando este servidor asistía a unos cursillos de cristiandad en Sao Paulo, un joven recio, de carácter fuerte y bien portado nos dio el testimonio que sigue:
Desde los 15 años hasta los 32 que acabo de cumplir he pasado esos 17 años negando la existencia de Dios, y ofendiendo a mis padres, que nunca han dejado de ir a misa y rezar el rosario todas las noches antes de acostarse. Hace unos meses asistimos a una boda y regresamos sobre las 3 de la mañana. Veníamos en el coche comentando la boda y discutiendo sobre la misa, mientras les dije: Os pido por favor que no os pongáis a rezar el rosario a estas horas de la mañana. Al fin lo aceptaron. No lo rezarían. Llegamos a casa, abrí la puerta y encendí las luces, cuando vemos al gato venir a recibirnos con el rosario enredado en el pescuezo. Quedé sobrecogido y el corazón me palpitaba con celeridad. Mis padres se quedaron enmudecidos, y yo con los ojos lagrimeando les dije: no me acostaré más sin rezar el rosario con ustedes, y comenzando ahora.
Todos somos llamados por Dios.
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