Imparable paro

23 de Mayo del 2013 - José Antonio Gutiérrez Glez. (Piedras Blancas)

Las exageradas cifras de desocupación en España es el más claro exponente de la profunda crisis que nos rodea y de sus terribles consecuencias. Y, a la vez, la dramática constatación de que las medidas que se están aplicando, tanto en Bruselas como aquí, con todos los sacrificios que ello conlleva, no responden a los resultados apetecidos. Más bien al contrario, cada vez estamos peor.

La encuesta de población activa (EPA) de finales del pasado mes de abril, arrojó el peor dato de la historia: 6 millones largos de personas carecen de empleo. De ellas, casi dos millones llevan más de dos años con esa suerte, lo que significa que solo cuentan, como mucho, con el ingreso de 400 euros de la renta mínima de reinserción. Un panorama desolador.

Las previsiones más pesimistas decían que al final de este año 2.013 que en España sería del 27%. Sin mucho hacerse esperar, la realidad vino a demostrar que no hacia falta terminar el ejercicio: ese porcentaje ya se alcanzó en el primer trimestre. Si el año sigue siendo malo para el empleo, como reiteradamente viene asegurando el propio presidente Rajoy, mucho me temo que habrá que ir pensando en mayores porcentajes, que agravarán aún más la ya dramática situación: un paro juvenil del 57%, casi dos millones de hogares donde ninguno de sus miembros trabaja, y por tanto no cobra, y un paro de larga duración disparatado, que desbarata cualquier esperanza de futuro, que era lo único que le quedaba a esa fracción de la sociedad española.

Ante una calamidad de estas características, hay que plantarse y decir hasta aquí hemos llegado. Porque de nada valen unas cuentas públicas saneadas si no sirven para que los ciudadanos puedan hacer frente a los mínimos gastos de subsistencia. Ya que la gente no come censos ni registros. Sí, es estupendo ver bajar la prima de riesgo y decir que estamos convenciendo a los mercados, pero las personas tampoco se mantienen de números y de mercados. Todos hacemos esfuerzos para comprender que hay que depurar los vicios de la economía española. Pero una cosa es depurar y otra muy diferente asfixiar.

Que el paro es el principal problema de España, por delante del déficit público, es una obviedad sobre la que se lleva mucho tiempo alertando, y que la EPA del primer trimestre de este catastrófico año 2.013 ha puesto negro sobre blanco. Estos datos nublan la mente y congelan el corazón: hemos rebasado los seis millones de desempleados, condenados todos ellos a pasar los lunes al sol; la tasa de paro sube hasta un dramático 27,16%, y hasta el número de ocupados también empeora y retorna a niveles de hace una década. En resúmen, nunca antes había tenido España tantos ciudadanos desempleados, en números redondos, cuatro millones más desde que comenzó esta severa crisis. Lo más doloroso de este drama es que bajo esos números hay personas de carne y hueso, familias que viven instaladas en la pobreza, jóvenes sin esperanza, etc.

El retrato que hace la primera EPA de este renegrido año, apenas deja un resquicio para mantener un mínimo de optimismo. Resignación es por antonomasia la palabra definitoria de la situación económica de nuestro país. Resignados a no creer, excepto las cifras del paro que cabalgan desbocadas no se sabe ni hasta dónde ni hasta cuándo. Este es el panorama al que no están llevando unas políticas de ajuste permanente que pueden fácilmente encaminarnos hacia el desastre. Pensando siempre más en los números que en las personas, sin darse cuenta que estas no son el problema, sino la solución.

El Gobierno de Mariano Rajoy, pues, debería cambiar el rumbo de su política anticrisis y reordenar las prioridades. El mensaje de la EPA y el de una sociedad cuya cohesión se debilita a marchas forzadas, es claro: generar empleo tiene que ser actualmente la prioridad absoluta de nuestro país y, por ende, la puerta de salida de la crisis.

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