Cines urbanos
Los hemos visto morir poco a poco, uno a uno. Las calles del centro de nuestras ciudades se han ido quedando sin ellos. Dentro de poco ¿quién se acordará de la rivalidad entre el gigantesco cartel del Palacio de la Música y el del Avenida de Madrid?
Hubo un tiempo en que ir al cine no era acudir a un centro comercial, un tiempo en el que elegir una película no era un gesto tan anodino como empujar un carrito del supermercado. Dar una vuelta por la Gran vía de Barcelona suponía encontrarse con espléndidas carteleras que contenían promesas de felicidad.
El cierre de algunas salas de los cines Renoir no es sino otro eslabón más de esta triste cadena.
¿No podrían dejar al menos un par de ellos en cada ciudad como vetustos dinosaurios de una forma diferente de ser espectador? Parece que los tiempos no están para pedir dinero, subvenciones, ayudas... y que vivimos en el momento de la exaltación de los mercados. Ya sé que mis quejas pueden sonar a nostalgia sin futuro pero es necesario hacer algo, ¿no podríamos eliminar el ivazo que tanto daño está causando para salvar nuestros cines urbanos, esa especie en extinción?
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