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Nuestro amigo el banco

29 de Junio del 2013 - Carlos Alberto Labrada Gómez (Oviedo)

La banca gana, dice el crupier en los casinos cuando los jugadores pierden. Y se apresura a retirar las fichas para la casa.

La banca siempre gana, diría yo. Y no me refiero a los casinos, sino a las entidades bancarias.

Resulta ya cansino repetir que los bancos son, en gran medida, culpables de la actual crisis. Digo culpables y no responsables, porque responder no responden de nada. Lo son:

- Por su mala gestión, concediendo cuantos más préstamos hipotecarios mejor, sin el previo estudio de si la potencial capacidad económica de sus destinatarios les permitirá razonablemente afrontar los pagos y cumplir con los contratos. Derivándose de ello, como mal menor, la ejecución y el desahucio, y como mayor, el hundimiento de las familias y la ruina personal de quien, queriendo cumplir con su obligación de pago, ahogado por su impotencia, llega a plantearse el salto al vacío.

- Por su mala praxis, al aconsejar a un cliente adquirir productos como las participaciones preferentes u otros, sin advertir de las contingencias a que están expuestos.

Después la angustia se presenta al no poder retirar el dinero invertido, pues pasa a un mercado secundario en un caso, y en otros se convierte en acciones o participaciones cuyo valor variable puede llegar a ser despreciable. La víctima, que no el inversor, lejos de creer que se equivocó, que fue su error al colocar su dinero en el banco, se siente objeto de un robo (llámelo estafa si quiere), pues puso a disposición de una entidad que le merecía seriedad, si no no lo hubiera hecho, unos ahorros para su custodia, en la confianza de que la «autorizada» gestión de los depositarios generaría unos legítimos intereses. Luego se le dice que ni los intereses, ni el capital.

Podría replicarse que se trata de contratos bilaterales en que cada una de las partes aceptó las condiciones pactadas, en el primer caso, y, que, en el segundo, «la letra pequeña» explicaba los riesgos a que estaba sometido el producto afectado o infectado.

Nos encontramos aquí en el escenario en que son protagonistas la buena o la mala fe, la pericia y el conocimiento del experto economista, o, ni experto ni economista, empleado del banco, y la presencia estática del cliente sometido a la autorizada tutela del empleado. El planteamiento y el «nudo» de la trama nos es conocido. Convendría que el autor del desenlace fuera la justicia divina, pues la humana podría escribir un final no deseado.

Ciertamente la deriva de la práctica bancaria nos presenta un panorama de corrupciones; directivos en activo, o al retirarse, con emolumentos que ofenden al ciudadano de a pie o en coche; interferencia de los políticos, que no pocas veces se lucran inmoralmente a su costa, y, por ende, a costa del ciudadano; y como guinda, su rescate.

Descendiendo a la clase de tropa, en las sucursales nos sorprenden con vajillas, cuberterías, seguros de coche, hogar, planchas eléctricas, coches... y con unas plantillas de personal cada vez más insuficientes, diezmadas por los ERE y las jubilaciones anticipadas, porque a menos empleados, más ganancia para la banca. Supone ello peor atención al cliente, que es del que viven, al que además de machacar con comisiones hasta para respirar, pretenden poner a su servicio verificando funciones bancarias tales como ingresos, reintegros, puestas al día de sus cuentas mediante máquinas, etcétera, consiguiendo ahí ahorrar mano de obra a costa del usuario. Eso sí, para cerrar una cuenta, cancelar un fondo o retirar un depósito apreciable, atenderá con disgusto un propio que aprovechará para aburrirnos con ofertas de otros productos de la más variada índole. Y para aburrimiento y dolor de hígado, las llamadas intempestivas de números como el 911391990, que reiteradamente se preocupa de mi satisfacción con el banco.

Por razón del horario arbitrariamente establecido, así como el día, que no ha de ser antes del 12 de cada mes, me personé el lunes último en una sucursal para abonar los gastos comunes en una cuenta allí domiciliada por la comunidad de mi edificio. El empleado me advierte de que a partir del mes que viene el banco cobrará «dos euros, dos» por el «servicio» de, a su vez, cobrar los recibos de comunidad, y me entregaron un folleto relativo al nuevo abuso.

Cuanto antecede no es producto de su imaginación ni de la mía, que diría Anthony Blake.

Pregunta: ¿cumple sus funciones el Banco de España con relación a la banca privada?, ¿por qué permite o ignora ciertas prácticas?

Aforismos: «Cuanto más conozco a los hombres, más quiero a mi perro», «Cuanto más sé de los bancos, menos confianza me inspiran y más desprecio me suscitan».

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