Las últimas monarquías
Cinco son las que quedan únicamente ya en Europa –la española, belga, holandesa, sueca e inglesa–, que han ido evolucionando ya adaptándose a los tiempos que se viven, quedando muy atrás aquella tontería de grandeza y de ser instituciones cuasi divinas, para las que el pueblo sólo existía para sacarle las perras a base de impuestos. Eran los tiempos vergonzosos e inquisitivos, dictatoriales, del derecho de pernada, que respaldaba una jerarquía retrógrada de una Iglesia así tan mal servida, distante de los creyentes y muy aferrada al poder real y a sus feudales señoríos. Hoy ya no se ven testas coronadas, a no ser la reina inglesa, que sigue fiel y ostentosa a su tontorrón pasado, que ella revive como en la época victoriana, siempre con la enjoyada corona encasquetada sobre su real cabeza. Toda esta costosa parafernalia, ridícula y trasnochada, que vemos en cuantos actos y ceremonias palaciegas se celebran, vienen a suponer un insulto al mundo doliente y necesitado.
Recientemente, se ha celebrado en Holanda la abdicación de la reina Beatriz en favor de su hijo Guillermo, con el entusiasmo del pueblo que mucho quiere y valora a su casa real, que es un ejemplo de sencillez y de un mejor servicio a sus ciudadanos. En esta misma línea, creo que se puede decir lo mismo de las casas reales de Bélgica y Suecia. No así de la nuestra y la inglesa, que tienen sobre sus coronas serios y graves problemas, por no decir escándalos. En la británica sigue siendo un misterio la muerte de lady Di, sobre la que existe la sospecha de un posible asesinato planeado desde muy arriba. Su marido, el príncipe Carlos, la engañó antes y después de su matrimonio, cambiando a la joven y bella lady Di por la jamona y feosa Parker, que es un verdadero petardo de mujer. En la real ceremonia de Holanda fueron ambos un pegote, una pareja que no encajaba en el lugar. El escándalo y el desprecio les siguen a todas partes.
Respecto a nuestra casa real, bueno, de todos es sabida la escandalera y corrupción que pesan sobre ella. La Corina, el Urdangarín, que salió finín, su mujer, la Infanta Cristina, el caso Nóos y demás vergonzosos mamandurras pueden hacer que esta monarquía parlamentaria tenga los días contados. El tiempo y el pueblo lo dirán.
Ricardo Luis Arias
Aller
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