¡Administración... «las lecheras ya pasaron»!
Este dicho, a modo de despertador, se acuñó en Oviedo cuando la zona rural del concejo abastecía de leche a la ciudad. Las lecheras pasaban madrugadoras y puntuales con las cantimploras en las alforjas de los burros. Unas repartían por las viviendas, otras vendían en la plaza. Hasta que estas microempresas de producción y venta desaparecieron por diversas causas y donde pastaban vacas hozan jabalíes, las sebes «esponxan» y abundan depreciados «campos de soledad».
El perjudicado pidió compensación a la Administración, pero ésta, diligente en el cobro, lenta y perezosa en lo demás, como aquel reumático tren de Trubia, no le oyó. Solicitaba reducir los 5.000 metros cuadrados y hasta 10.000 metros cuadrados exigidos para construir vivienda unifamiliar en la mayoría de las fincas. Medida sencilla, atractiva y de coste cero. Desgraciadamente, medida liberal inasumible por mentalidad intervencionista, sin que liberalidad entrañe desorden.
Al fin, después de mucho «afalagar con obleru», la Corporación municipal aprobó por mayoría (voto en contra de IU-Los Verdes) el 27 de diciembre de 2011 un plan suavizando las exigencias apuntadas. Contiene sombras, pero algo es algo. El acuerdo lo presentó el 18 de enero de 2012 a la Dirección General de Urbanismo del Principado de Asturias para aprobación definitiva, sin que haya respuesta. El despertador de las lecheras no suena.
Entre tanto LA NUEVA ESPAÑA del pasado 7 de mayo informaba del desplome de licencias de viviendas colectivas en Oviedo y detectaba inquietud por la construcción de chalés, dejando patente la necesidad de arrinconar grandonismos y la urgencia de apreciar lo pequeño. Recordemos que el terreno se halla en la olvidada zona rural, escasa en votos, pero, ¡ah!, uno solo marca mayoría y cada chalé depara trabajo, alegría (importante en nuestra agriada sociedad), gabelas y un nuevo sujeto pasivo al que el catastro «zurrará la badana» anualmente. Por cierto, lo que es zona rural para negar parcelación manejable es zona urbana a efectos del IBI. Incompresible. El cuajo de la Administración dando la espalda a nichos de trabajo paraliza impuestos, pan de su propia gente. Y el dinero para ellos no sale de la máquina, sino del trabajo. El expediente ya estaría resuelto en manos privadas.
Larra en su crítica «Vuelva usted mañana», referida al «viacrucis» de ventanillas oficiales, dejó escrito: «Gran persona debió de ser el primero que llamó pecado mortal a la pereza». Quiero creer que la tardanza en este caso no es achacable a pereza del funcionario de carrera, sino al político que, ajeno a la dinámica realidad, inventa organismos superpuestos e interventores, convirtiendo la Administración en «semeya de la gorda de Botero».
No extrañe que el utópico «paso de las lecheras» me despierte y piense ¿será hoy el mañana esperado?
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