Osos y turistas

31 de Mayo del 2013 - Alfredo Rodríguez Garagorri (Oviedo)

Al parecer a Geotrupes le preocupa que vengan ingleses a ver osos, por si los asustan (los ingleses a los osos). Anden con ojo los paisanos, que tanto o más que con los ingleses de los prismáticos los osos se pueden sentir molestos con un paisano con madreñes, clop, clop, clop, haciendo eco en todo el valle, y mucho más si va en un tractorín a la hierba. Y si los osos se sienten molestos allí estarán los biointegristas para censurar y prohibir. O mejor para hacer que otro prohíba y se lleve la bronca, si la hay.

Darse un madrugón para ir a pasar frío a una ladera pendiente de si a un oso le da por dejarse ver cinco minutos es una actividad que no es atractiva para el turismo de masas. Es una actividad apasionante, pero con una exigencia que sólo compensa a los muy aficionados a la naturaleza, que son en general personas respetuosas con el medio y que están dispuestas a asumir la decepción de irse sin ver al animal. Esa exigencia provoca que sean pocos.

Nuestros osos no viven en burbujas. Viven en un medio donde hay ganado y ganaderos, donde hay cazadores, donde tienen que cruzar carreteras para bajar al río, donde oyen y ven coches, tractores y motosierras. Para un animal que vive así, que una docena de ingleses se sienten en la ladera de enfrente con un telescopio un par de veces por semana es irrelevante. En cualquier caso, estoy convencido de que las eventuales interferencias que un grupo de aficionados a la naturaleza pueden producir sobre ellos son menos dañinas para su futuro que la prohibición de visitar las comarcas en las que viven.

Es difícil convertir un recurso como la fauna en dinero, que en eso consiste al final ser motor de desarrollo. Es difícil pero muy positivo para la conservación cuando se consigue. Por eso no puede ser que cada vez que puede llegar a serlo sin riesgos importantes aparezca algún guardián de las esencias y lo prohíba (la regulación que se propondrá consistirá en una serie de prohibiciones parciales), porque esa actitud obstruccionista tiene a la larga más efectos negativos que los de la actividad que se quiere prohibir. Sobre todo cuando la propia normativa de los parques ya prohíbe el acceso a las zonas más valiosas.

Permitir que un inglés eche un día intentando ver osos puede ser la diferencia entre que el inglés venga una semana a Asturias o se vaya una semana a los Alpes. Con la cantidad de recursos que destinamos a atraer visitantes creo que es absurdo disuadir a los que quieren venir.

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