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No diga humanidad, diga Quini

3 de Junio del 2013 - Fermín Gil Alonso (Benidorm)

La antítesis del endiosamiento, la humanidad hecha persona. Aún mejor persona que futbolista –¡y mira que fue bueno el desgarbado éste!–. Me refiero a Quini.

Aún recuerdo la primera vez que lo vi como futbolista. Jugaba, creo recordar, en los juveniles del Ensidesa, y tenía «unas pintas de futbolista...» Ya era muy bueno, creo que internacional juvenil. Desgarbado, algo –perdón– jorobado. La antítesis de Marcial o Velázquez, pero... ¡metía goles como churros; de todas las maneras!

Lo mío eran celos. Yo era de Tati –aquí publiqué un artículo sobre Tati, la Maquinona, el 11 de marzo de 2013–. Me parecía mejor y, sobre todo, lo quería y era mi amigo.

Pero hoy toca Quini. Acabo de ver el documental proporcionado por «El País» de hoy (26-5-2013) y otra vez este genio humano me ha emocionado. No se puede ser más sencillo.

Habla como los grandes. Como «los grandes de verdad». Con una sencillez y humanidad que otros –que no le han llegado a los tobillos– no entenderían.

Lo he seguido y admirado de siempre. Me trae recuerdos de una etapa de mi vida que él contribuyó –¡tiempos difíciles!– a endulzar. Sus éxitos deportivos y, sobre todo humanos –algo que él ni menciona... ¡que grande eres!–, han contribuido a ser como soy (no sé en qué porcentaje). Ha sido un ejemplo, y no me refiero a sus goles. Ésos sólo han sido un placer y un gozo.

Ya en su día leí el libro de José Manuel que, creo, se titulaba «Compañero Quini» (aprovecho para recordarle a la persona que se lo presté –no recuerdo quién, se lo dejé a varios– que si lee este artículo me lo devuelva. También me emocionó.

Son tantos los recuerdos bonitos... Un día, entrenando en los campos de la Universidad Laboral, yo hablaba con Fabián –con enchufe de mi admirado y querido Tati–, y recuerdo que decía: «La gente cree, equivocadamente, que Quini sólo mete goles, que no tiene técnica; pero Quini pone el balón donde quiere» (simplemente una anécdota).

Lo que ya no es una anécdota es tu generosidad con los necesitados, con tus secuestradores, con la niña hospitalizada a la que ibas a ver a diario y que siempre quisiste mantenerte en el anonimato; la dignidad con que afrontaste tu enfermedad; la fuerza y entereza con que has llevado la pérdida de tu maravilloso y adorado hermano Jesús; la discreción y falta de divismo con que has vivido en los momentos de gloria deportiva; el respeto hacia tus rivales –incluso a Benito, central del Real Madrid que te cosía a patadas, y Eusebio, defensa del Atlético de Madrid, que te pisaba y hacía de todo cada vez que había un córner o tenía ocasión–. Eso, Quini, sólo lo hace un ser humano muy grande y «un caballero del deporte».

Vaya desde aquí mi admiración –¡mira que tengo películas sin ver y hoy me faltó tiempo para ver tu reportaje de Rai García proporcionado por «Marca»!–. Recibe mi aplauso –muy superior al mayor de los muchos que te di con algunos de tus muchos goles–, porque, Quini, éste es el aplauso a un ser humano muy grande.

Estoy seguro de que, hasta tus errores –que todos cometemos y tú alguno cometerías– te hacen mas humano aún. Rectificar es de sabios y, tú, Brujo, eres sabio en lo importante: ¡humanidad!

Sólo decirte que tú eres –entre otros muchos, afortunadamente y por distintos motivos– una de esas personas con las que me encantaría, un día, tomar unas cañas.

Con este reportaje tan sobrio, sencillo, humano y fuera de divismos, has metido –o han hecho que metas– el mejor de tus goles (se me ha quedado un poco cortito, tu figura, y aun –probablemente– en contra de tu voluntad, merecía más minutos). Un abrazo, Brujo.

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