Carta abierta a la Asociación de Hostelería de Asturias
Espero que al recibo de ésta se encuentren bien; yo, en el paro.
Hace pocas fechas el presidente de su asociación se lamentaba en un artículo de prensa de la mala situación que estaba atravesando el sector de la hostelería en Asturias, pero a la vez se quejaba de la falta de profesionales. Llevo en este sector más de quince años y durante todo ese tiempo no he dejado de escuchar lo mismo. Si ustedes me lo permiten, me gustaría darles mi opinión al respecto.
Soy una persona formada en hostelería. Desde el primer momento me he preocupado de hacerlo, pues creí que eso me ayudaría a consolidarme en ella y aspirar a ser más reconocida en la profesión. Craso error: nada hay que pueda molestar más a un empresario de hostelería que un trabajador sepa lo que hace y no le tenga a él como referente de buen hacer.
Cuando la asociación, con su presidente al frente, se queja de la falta de profesionales, se les olvida decir que lo que quieren son personas sumisas, manipulables y calladas que pidan poco, trabajen mucho, y muchas horas, y cobren menos.
Recuerdo en estas líneas que fue el sector de la hostelería el primero en prorratear los salarios para, con ello, pagar el sueldo mínimo interprofesional que, sumando las pagas pareciera un salario digno, cuando en realidad no lo era. Los que pertenecemos a este sector sabemos que jamás se cumplió un solo convenio de hostelería en Asturias en lo tocante a derechos –pero sí a obligaciones– y siempre con la amenaza del despido o de la no contratación si no se entraba por el aro.
Haría bien la asociación en preocuparse un poco más de esos seudoempresarios que por invertir en un local de hostelería se consideran hosteleros, cuando en realidad no distinguen un tea americano de un tea con leche, un lambrusco de un reserva, o un roast-beef de un Chateaubriand. Esos empresarios que siempre caminan en el filo de la navaja de la legalidad, cuando no en la ilegalidad, cotizando a la Seguridad Social menos horas de las trabajadas, pagando parte del salario «en negro», contratando por menos de la categoría profesional del trabajador o acudiendo a contratos subvencionados que casi nunca coinciden con las necesidades reales del establecimiento; a ellos también hay que pedirles cuentas de la crisis que está atravesando el sector.
Y, por último, quiero dar las gracias a esos hosteleros que comprenden que lo mejor de sus establecimientos es su capital humano, desde el servicio a la cocina, pasando por la limpieza porque nada debe quedar a la improvisación si queremos que la hostelería de calidad sea el sello inconfundible de esta región.
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