Exorcizar la indecencia
Nunca sospeché que un efecto de la crisis fuera el aumento de la demanda de exorcismos, que la actividad de los demonios incorpóreos fuera de tal intensidad y se desarrollara a tres turnos. Aunque haya quien confíe y recurra al conjuro como método de liberación y equilibrio emocional, tengo enormes dudas respecto a que la solución o el alivio de los trastornos mentales se encuentre en la expulsión de espíritus malignos, y más si los desequilibrios están asociados a circunstancias infernales suscitadas por dominio terrenal de los diablos de la mentira, amoralidad y rapiña.
Aplicando la máxima de que más vale prevenir que lamentar, y al objeto de reducir el número de personas con problemas psicológicos (la demanda de servicios sociales y de salud mental aumento un 45% en 2012), parece que lo apropiado sería exorcizar la indecencia arraigada en el sistema, cuyos perjuicios son notables y muy visibles. Por la mañana se llama la avenida de la Libertad, pero por la noche es la calle de la miseria, escuche decir en el telediario a un ex empleado de banca que, desde hace tres años, duerme a la intemperie en las calles de una importante ciudad europea.
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