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Asturias ante la tragedia del aborto

3 de Junio del 2013 - Pedro Bengoechea Garín

No queremos oír hablar de ello pero la tragedia está ahí. Son espeluznantes, según vimos recientemente en este diario, las cifras de abortos producidos en Asturias durante el año 2011. Estos ascienden a 2.713 muertes provocadas a seres humanos concebidos y no nacidos, lo que supone un 13,79 de cada 1.000 mujeres, cuando la tasa media de España en el mismo año fue inferior, del 12,44 por mil, según los datos publicados por el Ministerio de Sanidad. La edad de las mujeres que optaron por abortar estaba comprendida entre los 15 y 44 años, siendo la franja más nutrida la comprendida entre los 25 y 34 años.

Subtítulo: La necesidad de proteger la vida humana desde el principio

Destacado: Quizás no se ponderan lo suficiente la magnitud de la injusticia y los efectos que implica un hecho de esta gravedad

La tendencia de la tasa de abortos, al menos desde el año 2010 hasta el presente se mantiene en alza en nuestra región hasta ocupar el quinto lugar entre las Comunidades autónomas de mayor número de abortos. Una reacción rápida y contundente no puede esperar más tiempo de todos aquellos que formamos la comunidad y somos contrarios al aborto. Esta situación abre una serie de preguntas. Incluso bastantes conclusiones se podrían desprender de un análisis y estudio serio de los datos proporcionados. Pese a la inmoralidad e irracionalidad de un hecho tan abominable, solo quiero recordar que la sangre derramada del hermano clama a Dios insistentemente. Su vida es sagrada y de propiedad divina. Por minúsculo que parezca el ser humano, está realmente configurado a imagen y semejanza de su Creador. De ahí su dignidad y titularidad de los derechos inviolables e inalienables de los que está poseído. Por cuyo motivo, aunque a veces surjan situaciones aparentemente insoslayables e incluso hasta realmente beneficiosas, nunca se podrá justificar la muerte de un inocente. Por de pronto, el panorama descrito pesa como una grave acusación e interpelación a nuestra conciencia de que algo grave está pasando entre nosotros.

Quizás no se pondera lo suficiente la magnitud de la injusticia y los efectos que implica un hecho de esta gravedad. Quiere esto decir, que todavía no ha entrado con suficiente arraigo en nuestras convicciones más profundas su inusitada crueldad; ni se encuentra integrada, con la necesaria firmeza, entre los valores más importantes de la cultura occidental la importante obligación de respetar, en igual medida, el derecho a la vida intrauterina como a la extrauterina. Si unimos a todo ello el fenómeno de descristianización, las ideologías y posicionamientos radicales de grupos de presión imperantes, lo que se ha conseguido es una mayor relajación moral y una crisis de valores nunca antes conocida, que han servido de caldo de cultivo a leyes injustas, como la del derecho al aborto, etcétera. El derrumbe moral, tanto personal como social, a que nos conduce todo ello sólo podrá detenerse desde un planteamiento de regeneración ético-moral en ambos niveles. Con la excepción de unos pocos que luchan denodadamente y con ejemplaridad por la defensa de la vida humana, es preciso crear en cada una de las personas e instituciones sociales una cultura de la vida.

Cada cual debe poseer en su recorrido existencial un plus de responsabilidad y de dedicación, traducible a pequeños gestos diarios, dentro de sus circunstancias concretas, para el desempeño irrenunciable de una tarea de capital importancia, como es la guarda y protección de la vida humana propia y ajena en cualquier estadio de su existencia y de cualquier injusto agresor o acción dañina. Necesitamos básicamente para tal fin: un ordenamiento jurídico justo; hacer eficiente la iniciativa popular, ya propuesta, de ayuda a la madre y al hijo en situación de riesgo; y la fuerza y la orientación continuas y llenas de vigor que deben provenir de un mensaje defensor por antonomasia, acerca de la dignidad de la persona y su vida. Esto es al menos lo que muchos creemos y esperamos rebajaría el número creciente de abortos.

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