Observar

23 de Junio del 2013 - José Antonio Coppen Fernández

Quienes nos conocen saben de nuestra acuñada frase: «Vive con un ojo abierto y el otro sin cerrar», aunque, claro está, a pesar de ello nadie se encuentra libre de que, en ocasiones, pase ante nosotros una manada de elefantes sin percatarnos; que es lo que le ocurre a muchas personas que carecen de inquietud observadora. Observar es más que ver; es el paso previo a cualquier proceso mental, tras la selección de la información obtenida. Por ello, debe incluirse en el capítulo de una de las dos curiosidades que existen: la de la información, no la del cotilleo. Creemos muy importante adquirir la habilidad de observar. Es, en definitiva, la percepción más acertada y detallada posible de cuanto surge en nuestro entorno, porque esa perspicacia nos permitirá descifrar los mensajes captados por todos nuestros sentidos. Todo tipo de situación puede ser aprovechada para mejorar nuestra capacidad de concentración. Mantengamos, pues, siempre alerta esos sentidos, y pronto comprobaremos que percibimos más cosas que muchas de las personas que nos rodean.

Subtítulo: Siempre en alerta todos los sentidos

Destacado: Los fines esenciales de la observación no son otros que tratar de obtener conclusiones de las que alimentemos los puntos de vista sobre lo que acontece, para manejar y calibrar las situaciones que nos depara el devenir

Y es que ya nos lo advirtió Alejandro Dumas; hijo: «Quien lee sabe mucho; pero quien observa sabe todavía más». La pereza puede ser la causa de permanecer indiferentes a cuanto nos rodea; pues debemos reconocer que desarrollando la capacidad de observación se obtienen frutos muy provechosos para el crecimiento del árbol de la vida. En efecto, si desarrollamos esta condición, pronto nos daremos cuenta que se van abriendo más y más los ojos de la mente no sólo los de la cara; así es como nos percataremos más pronto que tarde de quienes, por sus comportamientos y actitudes, pueden aportarnos más detalles para conocer a las personas que figuren en el círculo de nuestras amistades o a aquellas que conocemos dentro de cualquier ámbito de la sociedad en general.

En definitiva, los fines esenciales de la observación no son otros que tratar de obtener conclusiones de las que alimentemos los puntos de vista sobre lo que acontece, para manejar y calibrar las situaciones que nos depara el devenir. Y no basta querer, es necesario actuar teniendo presente siempre este comportamiento, lo que nos permitirá mantener y robustecer una actitud positiva que sin duda nos reporta conocimientos.

Para tratar ilustrar la actitud positiva que sugerimos, hagámoslo con un ejemplo sencillo y muy explícito relativo a la cortesía. En el vivir cotidiano, una de las condiciones que más afloran en las relaciones de todo tipo, es la educación y la cortesía en las personas. Todos, quien más y quien menos, sabemos valorar, porque nos reconforta, cuando están presentes los buenos modales (que no son precisamente la exageración o aspavientos en la forma ni en la zalamería, o sea, actitudes impostadas). Puede que en muchos casos esa exageración no sea bien recibida. Según la forma y la manera del primer encuentro, nos podemos hacer una idea del modelo que acabamos de conocer. De ahí que la primera impresión es la que vale;aunque nos parece esa apreciación ciertamente exagerada. El mensaje final, es que la amabilidad, a la corta o a la larga, acaba rentable.

Hasta tal punto es aconsejable desarrollar la capacidad de observación, que en las negociaciones más relevantes, además de la voz cantante y quien la secunda en momentos de vacilación, debe existir la figura de quien observa y analiza hasta las expresiones de la cara del contrario.

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