La mala educación
No, no me refiero a la famosa película del director manchego de cuyo nombre no quiero acordarme, sino a la ausencia de un valor fundamental para la convivencia: la educación, que el Diccionario de la RAE define en una de sus acepciones como urbanidad o cortesía.
La ordenanza de convivencia ciudadana del Ayuntamiento de Oviedo obliga a los propietarios de perros a retirar inmediatamente los excrementos de estos; además, prohíbe la circulación de animales sin correa, debiendo llevar bozal aquellos perros potencialmente peligrosos. Lector, si se pasa usted esta ordenanza por el arco del triunfo le pido lo siguiente: lleve a su perro con correa; es obligatorio, y procure no soltársela a tope, pues le dificultará mucho las cosas al resto de viandantes, sobre todo, si como en el caso de mi madre, se sufre una severa minusvalía.
Si su perro entra dentro del grupo de los calificados como potencialmente peligrosos, además de llevarlo con correa, póngale bozal, es obligatorio.
Si su perro defeca en un espacio público y deja usted el «recado» para los que vengan detrás, como sucede en el césped del parque de Santullano, haga lo mismo en el salón de su casa, así podrá saber cómo se sienten quienes frecuentan dicho parque.
No es justo generalizar, por eso no debo meter en el mismo saco a todas las personas que tengan perro. Me gustan los perros, considero que los perros guía o los de salvamento son el ejemplo más ilustrativo para constatar que el perro es el mejor amigo del hombre. Indudablemente, los responsables de tan incívicos y antihigiénicos actos no son los perros, sino sus dueños. Por si sirviera de algo, recomiendo a todos estos infractores la lectura de algún tratado de urbanidad; quizá después de haberlo leído muestren un poco más de consideración hacia los demás. Conseguirlo es sólo cuestión de urbanidad. O cortesía.
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