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Bienvenida a su tierra, Princesa

14 de Junio del 2013 - Arturo Arbesú García (Oviedo)

La presencia en Asturias de la Princesa Letizia para presidir el acto de entrega de los galardones a la Solidaridad patrocinados por la ONCE y su Fundación y la exposición «Escuelas en el Sahara», como Alteza Real, Princesa de Asturias, la que es su, nuestra, región significa una noticia destacable. Nos visita la esposa del heredero de la Corona dinástica de España. Mujer que, constitucionalmente, como consorte, ocupará el más alto rango de la diplomacia y representación de España.

El amor, noble, primoroso sentimiento, la elevó, hace nueve años –en aquellos momentos era destacada periodista, cara de las noticias en España a través de la televisión– a ocupar una posición de singular relevancia adquiriendo por esa loable razón y matrimonio, el absoluto derecho de ostentar el rango de Princesa de Asturias, proceso respaldado por los principios recogidos en la Constitución.

Nadie es ajeno a los graves problemas que afectan, confío que circunstancialmente, a la monarquía, si bien y contraposición se palpa entre la ciudadanía un gran respeto y alto nivel de esperanza de que serán sensatamente superados. Observo cómo, al igual que gran parte de la sociedad, procediendo con sincero desprendimiento, ofrece apoyo a sus suegros, los Reyes de España, que bien lo merecen y necesitan. Existe convicción que fortalecer la monarquía, de la que Su Alteza forma parte, es fórmula para elevar confianza y optimismo.

Integrada, por derecho, en la monarquía, Su Alteza y sus queridas hijas, sus paisanos nos sentimos gratamente complacidos, ¡qué mejor, como asturianos, que una asturiana como Princesa! Prosiga en la correcta línea que su rango y responsabilidad demanda, apoye con cariño, en mutua comprensión, a su esposo, Felipe, Príncipe de Asturias, futuro rey dinástico, merecedor de respeto y lealtad por su digna trayectoria. En el desempeño de tan alta responsabilidad de Estado tendrá usted una parte determinante respondiendo a los votos ejercidos:... «del noble deber de servicio al Estado». Ha elegido una vida exigente, pero gratificante, al margen de lo vano, por el gran alcance que su buen hacer puede producir, tomando una actitud responsable asentada en el conocimiento de la cruda realidad y asumiendo compromisos sobre sólidos pilares de honestidad, sencillez, humildad, recato y austeridad. Simplemente lo que demandan esos millones de miradas que la contemplan. Incluidas las envidiosillas, algo de por sí natural. Y de los contumaces detractores, a quienes respeto, pero que aún no sé qué de malo consideran que ha hecho. Si Su Alteza lo sabe o conoce, no dé pábulo. Un modo a seguir nos dejó, entre otras grandes cosas, el también ilustre paisano Gaspar Melchor de Jovellanos con el noble principio proverbial; «haré el bien y evitaré el mal que pueda». Y entre medias leo con desazón que habiendo sido invitados los Príncipes de Asturias a una función de ópera en el Liceo de Barcelona hayan sido abucheados por personas y sectores catalanes, faltando a las más elementales normas de educación y hospitalidad. ¡Si no los quieren ver, no los inviten! A nuestra Princesa, como a todo ser humano y si es asturiano más, la deben ustedes respeto, en tanto y cuanto la monarquía sea una institución del Estado español, como hacemos los asturianos con los catalanes y de otras regiones que nos visitan, residen por motivo de trabajo o están instalados aquí haciendo negocio con sus empresas. Aprendan de la lección que les han dado nuestros insignes representantes actuando con aplomo, serenidad y dignidad signos de personalidad de la que ustedes han demostrado carencia. A quienes han aplaudido reconozcámosles su conducta cívica.

Desgraciadamente, se viven situaciones caóticas en gran parte de familias españolas que Su Alteza, por sus cualidades y capacidad intelectual, no dudo, bien conoce. Cada movimiento, suyo, de la monarquía, los ciudadanos entendemos que tiene como finalidad la sublime misión de conseguir aminorar las calamidades que se viven en el país. Las extensas y estrechas relaciones nacionales e internacionales que desde la monarquía sustentan son factores dinámicos y decisivos que, debidamente canalizados, propician creación de riqueza y valor estable al país. Siempre me pregunté: ¿se hace así? O se pierde ese tangible caudal de posibilidades.

Sin salirse del marco de actividad que se le asigna, desde su alta posición social, no pierda ocasión de alentar a serios y capaces empresarios con la finalidad de crear más y duradero empleo, la investigación, el estudio y la educación de nuestra juventud, las iniciativas productivas, el consumo de nuestros productos, nuestro sol y paisaje, la dependencia y ayuda a los necesitados, «no hay que dar puntada sin hilo», dicho en román paladino y, cómo no, contribuir con exigencia a la extinción de la corrupción patente y solapada que nos abruma.

Por lo expuesto, Alteza, dicho con riguroso respeto, en cada pose, cuando pinta estética, que todo es preciso y hay que presentarse guapa, en cada recepción y reuniones con personalidades de aquí y de allá, en cada acto que presida, dónde requieran su distinguida presencia, en cualquier ocasión, tenga en mente la delicada situación por la que atraviesa el pueblo español y con natural jovialidad actúe con persuasión y firmeza ejecutiva presidida por el honorable objetivo de reducir, si no acabar, con los serios problemas que nos acosan. Una función que nos corresponde hacer a todos, sin excepción. ¿Con qué nota pasamos el examen?

Santa Teresa nos decía: «... no ha menester la demostración de nuestras obras, sino la determinación de nuestra voluntad».

Alteza, princesa de Asturias, hija predilecta de Oviedo y adoptiva de Ribadesella, sea bienvenida y mejor recibida, al calor afectuoso de sus paisanos, tal y como merece su personalidad, su determinación y su incuestionable rango.

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