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El aborto, contrario a la dignidad humana

23 de Junio del 2013 - Pedro Bengoechea Garín

La iniquidad de la muerte provocada, en el seno materno, a un ser humano concebido y no nacido es directamente proporcional al valor, la vulnerabilidad y la indefensión de la víctima que la padece. Cuanto más excelsa sea su condición natural más ignominiosa llegará a ser la agresión que sobre ella se ejerce. Cuanto más débil e indefensa se muestre la persona afectada, tanto más dolorosa y destructiva será la acción realizada contra ella. El sujeto a ser eliminado está revestido de una inigualable dignidad que le viene dada al ser creado a imagen y semejanza de Dios, por lo que resulta nada comparable con otros seres de su entorno. El hombre es una unidad compuesta de cuerpo y alma espiritual que le engrandece y le dignifica. Es la categoría suprema y la base del núcleo de derechos universales reconocidos en el ordenamiento jurídico. Este ser, sólo por pertenecer a la especie humana, es un sujeto de derechos y portador de los valores y normas que hay que descubrir, como asegura Benedicto XVI. Esa dignidad exige respeto a la vida desde su concepción hasta su fin natural. Es el principio y fundamento de todas las acciones y derechos humanos. Debería ser, por lo tanto, el punto central del debate sobre la legalidad del aborto. Kant describía la dignidad humana en términos admirables: decía que el hombre no es una «cosa» o algo que se usa como «simple medio». Debe considerársele como «fin en sí», por lo que «no se puede disponer del hombre en mi persona o en la de los demás, para mutilarle, estropearle, matarle». A pesar de este imperativo kantiano, las antropologías materialistas siguen reduciendo al hombre a simple «cosa». La perspectiva kantiana de tratar a los hombres como fines encuentra apoyo en el cristianismo, donde el ser humano en vez de ser exclusivamente un simple conglomerado de células está dotado también de un alma espiritual, inmortal, a semejanza divina, que constituye la razón de su dignidad y merece respeto incondicional en todo su ciclo vital. Pero no todos piensan así. Steven Pinker en su artículo titulado «La estupidez de la dignidad» ataca abiertamente la idea de dignidad como una «noción poco rigurosa, subjetiva, resbaladiza y ambigua». Hoy mismo es importante señalar los problemas que están surgiendo por lo que respecta a la dignidad humana y el «derecho» al aborto, especialmente por falta de criterios éticos en la aplicación de los avances de la biotecnología, biomedicina o de las ciencias de la vida. Es preciso diferenciar la verdadera ciencia que busca la verdad, el bien para la humanidad, y el cientificismo, para el que el único conocimiento válido es el experimental o el positivista, con desconocimiento o desprecio de otros aspectos fundamentales del ser humano, postergando a la persona y el principio de la dignidad humana. Son incluso numerosos los ataques feroces de los que el ser humano es objeto en la actualidad en las primeras etapas de su existencia. Merecen especial mención el utilitarismo, la manipulación, la selección y la exclusión, el no reconocimiento del estatus jurídico y de los derechos inalienables que le pertenecen en calidad de ser humano o persona. Algunos de los cuales le cosifican, le instrumentalizan, le niegan incluso el derecho a su existencia, infligiendo el máximo daño a su dignidad humana y al derecho más fundamental, que es el derecho a la vida. Estarían bien indicados aquellos, si hablamos del aborto libre, la eutanasia, la eugenesia, la fecundación in vitro, la experimentación con embriones, la clonación, etcétera, técnicas y prácticas que atentan contra la dignidad humana y se oponen al derecho a la vida de la persona.

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