Las últimas monarquías
Con este título, publicamos aquí, el 4 de junio, un comentario en el que omitimos citar las monarquías de Dinamarca y Noruega, omisión que seguro captó el estimado y conspicuo lector. No ha sido un lapsus calami ni linguae, sino que uno, al pasar de todas esas ridiculeces de sangre azul y testas coronadas, me «merendé» las dos citadas. Que, por cierto, al igual que las monarquías holandesa, belga y sueca, gozan del aprecio y estima de sus pueblos, porque son ejemplares y cercanas a sus súbditos. Y de esto difieren, y son excepción, la monarquía inglesa y la carpetovetónica. Las razones y motivos aquí los hemos expuesto, y de todos son conocidos.
En lo que a nuestra Casa Real se refiere, a nadie puede extrañar ya el ambiente antimonárquico que se detecta en la calle, generalizado. Cuando una monarquía vive de espaldas al pueblo, sobre todo en la dramática situación que vivimos, ese pueblo no sólo le puede dar la espalda también, sino puerta. Y esto es lo que puede ocurrir, si en esta Casa Real no hay un cambio radical.
Ricardo Luis Arias
Aller
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