¡Cómo no!

20 de Junio del 2013 - Carlos Muñiz Cueto (Gijón)

Si lo dice el gobernador del Banco de España y también lo propone para reducir el desempleo juvenil el premio Nobel de economía Finn Erling Kydland, pues habrá que hacer algo con el salario mínimo. Se podría decir que hay que bajar la masa salarial de las empresas y subir los impuestos para llegar a vender más y producir de forma competitiva por medio de la automatización y de trabajadores creativos preparados para ello. Porque, sin vender nuestros productos a foráneos, no hay producción ni riqueza. Debemos trabajar todos y eliminar el desempleo y, si debemos bajar costes y ésa es la única forma, deberá hacerse. A la larga no hay otra forma, cuanto más tardemos, más tarde llegaremos a la solución. Pongámonos, pues, a ello, invirtamos en I+D+i y en formación permanente. Hagamos aquello que no se hizo nunca en estos últimos treinta años: tomemos de forma seria y responsable la formación permanente pública. Es la única forma de incidir sobre el conocimiento del capital humano que, al fin y a la postre, es el que facilitará la innovación. Si no lo hacemos, no se sabrá usar eficazmente cualquier inversión tecnológica innovadora, algo que ya ha ocurrido, siendo un desastre para la empresa. Debemos formar trabajadores proactivos que demanden formación y conocimiento de forma personal a instituciones públicas estatales e independientes, consiguiendo así el trabajador la independencia de su empleabilidad y su promoción profesional. Esto hará posible la innovación y la investigación aplicada en busca de nuevos productos y formas de producción desde las pymes. Pero, ¿eliminar el salario mínimo sin haber creado antes un salario máximo en función de él? No. No deberíamos asumir esa actitud ausente de límites, y menos en crisis. Nunca debemos olvidar la dignidad de las personas, tanto la de las empleadas como la de las desempleadas, y esa dignidad es comparativa. La más elemental norma de topología moral diría que, aparte de un salario mínimo, debe reconocerse un salario máximo y más en época de crisis. No es quitando el mínimo como se debe obrar, sino estableciendo el máximo. Así que si existe un salario mínimo «Sm», también existe un salario máximo. Cualquier salario máximo de la empresa se podrá expresar como «K» veces el salario mínimo «Sm». Estos dos parámetros, propios de cada empresa, pasarían a ser un buen control de la calidad social de la empresa y, sobre todo el «Kt» y el «Smt» determinados como la media ponderada de sus propios «K» y «Sm» junto a los de sus proveedores. Estos parámetros deberían ir inscritos en la información del producto puesto a la venta. Algo que, más temprano que tarde, se verá como un valor en alza de la gestión empresarial y que será apreciado por el consumidor porque el primer respeto con el entorno debe ser para con las personas. Además, todos los salarios deberían tener una parte fija igual y universal subvencionada por el Estado que, de esa forma, controlaría la masa salarial de todo el país en todo momento; algo que permitiría actuar rápidamente sobre la economía. Además, debería haber solamente tres tipos básicos de contratos: a) «en formación para una ocupación», por un computo total de horas (incluso acumulando el tiempo entre varias empresas), rescindible por ambas partes y por un % del salario del indefinido; b) «en adaptación a una ocupación», por un computo total de horas en una única empresa también rescindible por ambas partes y con un % del indefinido; c) el «indefinido en una ocupación», hasta el despido que estará regulado.

¡Qué los que habéis fracasado habéis sido vosotros! Los dirigentes que tomasteis decisiones en estas últimas décadas cobrando por ello mogollón. Se supone que ganabais más por que generaseis riqueza, pero no lo hicisteis. ¡Vosotros sois los que necesitáis un límite!, y no esas indemnizaciones que os dais para iros de rositas.

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