Homenaje en el periódico
Querido papá:
Con tu partida el 5 de junio de 2013 me dejaste desgarrada. Hoy, más serena, me dedico a rendirte mi pequeño homenaje.
Un homenaje merecido... al hombre honrado, trabajador, dulce, cariñoso, discreto; discreto por encima de todas las cosas.
Tu figura, para mí adorada, no pasaba inadvertida... Y no porque tú quisieras destacar, sino porque tenías ese halo... que sólo los grandes poseen.
Papá... te quiero.
En este peregrinar nuestro no faltaron sobresaltos, pero sólo un ser grande como tú sabe estar a la altura en ese entrelazado enriquecedor que es la vida.
Lo estuviste con tu nieto... Tu único nieto, un paralítico cerebral adorable y feliz, al que quisiste hasta el extremo y al que sus padres amaban más allá de lo que el entendimiento alcanza a imaginar.
Siempre supimos que lo querías de verdad, al igual que te quiero yo a ti.
Hoy tu Pilarina está aquí, queriéndote y pensando en ti... pensando que en ese lugar en el que ahora te encuentras, seguramente serás más feliz que aquí.
Papá, seguro que lo primero que hiciste cuando llegaste fue abrazar fuerte a la abuela Pilar, tu querida madre, a tu padre Jesús, a tu hermano Pepe, a Esteban, a Juan, a mi padrino Manolo y, ¡cómo no!, a Fredo... tu alma gemela.
Ese hombre para el cual tú eras todo: eras sus ojos, sus brazos... Te quería sin medida, como a nadie en el mundo. Así es que con su partida, se llevó con él, un buen trozo de tu vida. No me olvido de Ricardo, papá... Tu yerno, ese yerno que te quería y respetaba en igual medida, y por ello, y en agradecimiento a tu comportamiento siempre con él, no dudó en hacerte compañía cuando más solo estuviste; y al que tú no dudaste en acompañar en todo momento... especialmente, en su trágica muerte.
Ahí estuviste... a mi lado, como eso... como un buen padre, como lo que eres.
Papá... sé que un ángel llamado Ismael se encargó de recibirte y llevarte de la mano hasta reencontrarte con los tuyos.
Querido papá, sólo quiero decirte que gracias, mil gracias por quererme y quererme bien... Pues tú, con tu ternura, dejaste en mí un poso dulce de amor.
¡Te quiero, papá! Te agradezco ese paso tuyo, discreto por la vida: esa sencillez tuya es lo que hace que hoy me sienta tan orgullosa de haber tenido un padre tan especial.
Papá, sé que desde donde te encuentras ahora y desde la libertad que te ha otorgado la muerte... me protegerás.
Ahora papá, un pequeño favor... Abraza a mi hijo, abrázalo fuerte y llévale el calor de estas manos, que acariciaron tu pecho aún caliente en esa morgue del hospital de Oviedo. El beso que te di... ése, ése no... ése no se lo des, es sólo para ti.
Mino, Mino el de La Caseta... te quiero, me dejaste un legado de amor y dulzura que no lo cambia por nada. Te quiero.
¡Grande, fuiste muy grande! Respetaste a los tuyos y tu hija Pilar. Hoy se descubre la cabeza y la inclina ante ti.
Después de tantos años y de tanta gente como te quiere... has dejado un hermoso legado, digno de destacar. Nunca te gustó figurar, siempre pasaste por la vida de manera discreta, ejemplar, humilde... por ello, eficiente, dejándonos honda, imborrable huella en los que te quisimos y te queremos.
Fuiste paisano, buen paisano; todos los que te conocieron así te califican y te sienten: uno de los suyos... entrañable, cordial, honesto, cercano, tierno.
¡Curioso papá! Tú que me enseñaste a leer por el periódico... va a ser en uno de ellos donde yo te rinda mi pequeño homenaje.
Te quise, te quiero y te querré siempre, mi bien.
Tu hija Pilar. Para ti, Pilarina.
Mi más sincera gratitud a todas y cada una de esas personas que estuvieron a nuestro lado. Mil gracias.
Pilar Fernández
Oviedo
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